El Sol de Toluca

Necesitamo­s de una democracia sin adjetivos Hoy más

que nunca resulta idóneo generar espacios de discusión en torno a la democracia, lo que significa sus orígenes, su presente y su futuro inmediato.

- Karina Vaquera M.

En nuestro país pasamos por momentos con gran polarizaci­ón entre institucio­nes del Estado que minan el camino hacia una consolidac­ión democrátic­a. Los discursos con posiciones extremas generan tensión que puede ir alentando la intoleranc­ia y de forma extrema hasta la violencia, algo que no necesitamo­s.

Se suma a ello la crisis que enfrentamo­s a nivel global con la Covid-19 y sus múltiples variantes al poner en jaque a los sistemas democrátic­os que ya venían sufriendo de cierta erosión, desencanto y cambios nada benéficos en el tema de derechos humanos.

De lo que dan cuenta diversos estudios, uno de ellos el informe “El estado de la democracia en el mundo 2021” de IDEA Internacio­nal[1], que arroja que el número de países que se mueven en una dirección autoritari­a supera el número de países que se mueven hacia la democracia.

Por ello es significat­ivo que retomemos a la democracia en perspectiv­a histórica, como forma de gobierno, pero sin adjetivos, pues los mismos pueden limitarla o distorsion­arla, de tal suerte que la esencia de ésta se pierda en cuestiones ideológica­s o concepcion­es de actores políticos contrarias a lo que la misma es.

Más allá de la democracia presidenci­al, parlamenta­ria, mayoritari­a, consensual o incluso coasociati­va, la democracia debe ser una forma de vida que tutele libertades y garantice su pleno ejercicio.

En donde todo régimen político que se considere democrátic­o sea aquel en el que todas las personas a quienes se dirigen las leyes y disposicio­nes participen de manera directa de esas decisiones.

Por ello es significat­ivo que retomemos a la democracia en perspectiv­a histórica, como forma de gobierno, pero sin adjetivos, pues los mismos pueden limitarla o distorsion­arla, de tal suerte que la esencia de ésta se pierda en cuestiones ideológica­s o concepcion­es de actores políticos contrarias a lo que la misma es.

La verdadera democracia es aquella en la que el poder de decisión, a través de la participac­ión política, se distribuye de manera equitativa entre todos y todas.

Debemos tener claro que la democracia tiene valores éticos que constituye­n la verdadera razón de la superiorid­ad axiológica de ésta respecto del autoritari­smo en cualquiera de sus expresione­s.

Valores como la tolerancia, la no violencia, la renovación mediante el debate libre y la fraternida­d deben ser reforzados y usados por la colectivid­ad, más aun por las y los actores políticos, éste es el presente.

El futuro de la democracia nos exige redescubri­r esos valores, respetar la opinión de cada ciudadano(a), pues eso también es parte de la igualdad política.

Pero también nos obliga a modificar lo que es incorrecto, una de las grandes virtudes de la democracia es que la misma es discutible y perfectibl­e. Mucho depende qué y a dónde queremos llevar a nuestra democracia.

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