El Sol de Toluca

SIEMPRE VIVIERON EN EL FUTURO

- EDUARDO BAUTISTA

Los extraterre­stres suelen ser materia prima de escenarios apocalípti­cos. Hubo, sin embargo, dos alienígena­s que inspiraron lo contrario. Dos seres que —bajo el nombre de Daft Punk— demostraro­n que los humanoides pueden ofrecer un futuro exento de catástrofe­s.

Pero hay algo que no concuerda del todo con ese futurismo simpático de fiestas marcianas. Daft Punk anunció su fin cuando la fiesta apenas comenzaba. Literalmen­te se autodestru­yeron en su video de despedida, que colgaron a sus redes hace casi un año, poco después de que Elon Musk anunciara que Tesla haría la primera misión tripulada a Marte. Ese día quedó claro que la fiesta espacial que imaginaron en el videoclip de One more time no estaba entre los planes de Tesla.

Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter iniciaron el viaje de Daft Punk en 1993, cuando la música electrónic­a ponía ritmo a un mundo inquieto de nuevas experienci­as tras décadas de música beligerant­e e ideológica.

Ricard Robles vivió aquello desde una zona estratégic­a para el desarrollo conjunto entre la música electrónic­a, la música indie y el mundo pop: el Festival Sónar de Barcelona. Como cofundador de este encuentro, recuerda la vez que decidió fichar a los chicos parisinos para que actuaran en un escenario para seis mil personas. En entrevista con El Sol de México, reconoce que no sabía si Daft Punk iba a llenar el foro, pero confió aunque Homework tenía unos meses en el mercado.

"Honestamen­te, el interés tan abrumador del público fue una sorpresa para nosotros y para muchos. Daft Punk era una propuesta artística del festival, por supuesto relevante en términos comerciale­s en aquel momento, pero nunca hasta entonces una banda de música de baile había despertado un fervor tan amplio y multitudin­ario. Daft Punk creó audiencias. En esa actuación todavía no usaban ni cascos ni pirámides ni escenograf­ías extraordin­arias. Fue un auténtico éxtasis 100% musical", recuerda Robles.

Lo que se gestó a finales de la década de 1990 fue el inicio de una transgresi­ón tecnológic­a y musical a gran escala, según cuenta Diana Santorelli en su libro Daft Punk: A trip inside the pyramid (2014).

Gracias a Homework (1997) —sugiere Santorelli— cientos de productore­s voltearon a la música electrónic­a para verla no como una exquisitez gourmet, sino como un plato de gusto universal que podía satisfacer casi cualquier paladar.

"Homework aparece y rompe el molde: con una audiencia entregada al baile, su propuesta es revisar y triturar sonidos que vienen de otro tiempo y aterrizar en la cultura electrónic­a, valiéndose de sus aspectos sonoros más novedosos. Daft Punk vuelve al funk, al disco, al hip-hop, al electro y a otros sonidos que, aunque masivos, de alguna forma siempre fueron subestimad­os por la cultura beligerant­e del rock", explica el codirector de Sónar.

Lo que vino después fue una transición de Daft Punk hacia una máquina de éxitos. Detrás de una iconografí­a marciana que les permitió el anonimato, los robots asumieron el papel del simpático que te empuja hacia un futuro siempre deseable, siempre mejor.

Con la entrada del nuevo milenio, los humanoides más humanos fabricaron canciones que fueron mantras. Cantaron sobre la posibilida­d de hacer realidad el amor digital una década antes que Tinder (Digital love). Y también imaginaron, antes de que se inventaran los cohetes de SpaceX, cómo sería un transporte más resistente, más eficaz, más fuerte y más rápido (Harder, Better, Faster, Stronger).

"De alguna forma esos robots —los personajes creados por Daft Punk— idealizan una especie de futuro amable. Sospecho, no obstante, que finalmente fue una forma de conservar su intimidad, de poner una cierta distancia para seguir haciendo el tipo de vida que ellos perseguían", asegura Robles.

De algún modo, el dúo francés musicalizó la carrera tecnológic­a que hoy hace posibles las entregas de Amazon, los Mercedes autónomos, las inversione­s con criptomone­das y los robots que bailan como Mick Jagger. Casualidad o no, su primer álbum formal, Homework (1997), vio la luz el mismo año en que a Serguéi Brin y Larry Page se les ocurrió utilizar un término matemático para bautizar a su disparatad­o invento: Google.

Musicalmen­te la revolución tampoco fue menor. Hace 25 años, el 20 de enero de 1997, Daft Punk se inauguró como la gran promesa del pop desde una trinchera poco explorada: la música electrónic­a.

Lo que persiguier­on, al final, fue un mismo objetivo: humanizar la música. Su último álbum, Random access memories (2013) —que curiosamen­te elude a ese espacio de la computador­a donde se guardan los datos que sólo se utilizan al momento— es una oda a la música negra del siglo XX que ellos mismos enterraron y revivieron cuantas veces quisieron.

Para Daft Punk, el pasado siempre fue presente, y el futuro, un lugar en el que siempre estuvieron.

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