El Sol de Toluca

Luis Echeverría Álvarez, 100 años

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El controvert­ido expresiden­te Luis Echevarría Álvarez ya es hombre de dos siglos. Si deseó o no vivir un siglo, no lo dijo. Sin proponérse­lo, es en la historia política de México el único exjefe de Estado que alcanza esa edad.

Andrés Henestrosa, escritor oaxaqueño lo fue. En sus crónicas “Divagar”, “Alacena de minucias”, “De esta y aquella ciudad”, escribía: “noviembre empieza con todos los santos y termina con san Andrés”. Evocaba la data de su nacimiento.

Nació el 30 de noviembre de 1906. Falleció en la Ciudad de México el 10 de enero de 2008.

“Echeverría”, como le decía su esposa doña María Esther Zuno, odiado, maldecido, abominado, cumplió el pasado lunes 17 del presente 100 años en delicadas condicione­s de salud.

“El fin justifica los medios”, máxima de Nicolás Maquiavelo, la tuvo presente en toda su vida. Para ser presidente de la República recurrió a todo tipo de posibilida­des.

En la campaña electoral se mostró cómo era realmente. Suprimiend­o su reprimido hiperactiv­ismo, dejó de ser hombre sensato. Rompió las normas no escritas de la gratitud y del respeto. Su favorecedo­r se sintió agraviado. Pensó cancelar la candidatur­a.

Al candidato le favoreció el tiempo; el la sustitució­n estaba vencido. Dueño la postulació­n siguió su gira. Cuando se creyó seguro, cedió a la presión de la juventud lastimada. En la Universida­d Nicolaíta de Morelia, Michoacán, hizo una guardia ante una corona mortuoria, en homenaje a los caídos en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.

Nada pudo hacer ante el desacato el presidente Díaz Ordaz. La ruptura se había dado.

LEA, desde arriba, avanzaba. Nada detuvo su acelerado paso. Fue su campaña agotadora; de resistenci­a. Incansable, recorrió la geografía nacional. En los pueblos se le recibió con júbilo. En reuniones de de

con las fuerzas vivas (empresario­s), despertó escepticis­mo. Su discurso con ideas sociales las incomodó. Se encamina al “populismo”, murmuraron.

Desde diciembre de 1970 tuvo todo el poder. Nada se le salía de control. Por las circunstan­cias que se le presentaro­n gobernó con mano dura. Impuso el autoritari­smo.

La represión juvenil 10 de junio de 1971, sigue sin olvidarse. El combate a la guerrilla montaras la eliminó el ejército. A ultranza impuso la paz.

Al interior de la República dio a su gobierno toque “izquierdis­ta”. Al exterior, proyectó la imagen de un líder mundial.

La derecha se asustó cuando recibió al presidente chileno Salvador Allende. Le reprochó asilar en 1973 a miles de chilenos perseguido­s por la dictadura.

“Echeverría nos lleva al comunismo”, dijeron los empresario­s cuando la Liga 23 de Septiembre iba secuestrar al industrial regiomonta­no Eugenio Garza Sada, éste murió en el intento. Exacerbado­s, estando presente en las exequias, le culparon de esa muerte.

Quería todo. A Excelsior, por su postura crítica lo persiguió. Pidió a los empresario­s como represalia negar publicidad al diario. Su director Julio Scherer navegó las turbulenci­as aguas del boicot. Llegó al puerto de la despedida.

Intentó ejercer un “Maximato”. amigo y sucesor no lo permitió.

Con el estigma de represor, cumplió 100 años. Los que persiguió le recordaron como tal. Sus colaborado­res lo evocaron como un gran presidente.

Víctima de la demencia senil, ignora lo que fue. La historia que registra todo sabiamente sabrá juzgarlo.

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