Recargarán su energía en el equinoccio de primavera
Se realizan diversas actividades culturales organizadas por las autoridades, con el propósito de concientizar a la población de salvaguardar el patrimonio cultural y fomentar la identidad local
Como cada año, desde la década de los ochenta y como legado de la moda hippie, la mayoría de las zonas arqueológicas de México se preparan para la visita de cientos y hasta miles de personas, cuyo objetivo es “recargar energía” y conectar con sus “ancestros”. Así, recorren los diferentes espacios, como templos y juegos de pelota, aunque prefieren las plataformas piramidales, porque, según algunos, sobre la cúspide se recibe la mayor carga energética.
El equinoccio de primavera era importante para las antiguas sociedades de Mesoamérica
porque se relacionaba con el inicio del ciclo agrícola, cuando la producción de granos básicos de temporal representaba la base para la sobrevivencia de las comunidades.
No obstante, este acontecimiento astronómico tuvo una relevancia menor para estos grupos en lo relativo a la planificación de sus urbes y la construcción de sus edificios, de ahí que sólo algunos presenten un fenómeno observacional importante, como es el caso del Templo de Kukulkán, también conocido como El Castillo, en Chichen Itzá, donde se aprecia durante varios días el descenso de la serpiente sobre el costado de la escalinata. La observación del entorno por parte de los antiguos pobladores permitió adaptarse a él mediante una relación simbiótica positiva, para lo cual se procuraba leer las señales de la naturaleza para evitar catástrofes alimenticias que pusieran en riesgo la estabilidad de las sociedades.
En el Estado de México, del 18 al 21 de marzo, en zonas y sitios arqueológicos como Acozac, Calixtlahuaca, Chimalhuacán, El Conde, Huexotla, Los Melones, Los Reyes La Paz, Malinalco, Tenayuca, Teotihuacán, Texcotzingo, Tlapacoya, Tocuila, Santa Cecilia, Ocoyoacac, Teotenango, Huamango y San Miguel Ixtapan, se realizan diversas actividades culturales organizadas por las autoridades municipales y estatales, con el propósito de concientizar a la población de la importancia de salvaguardar el patrimonio cultural, legado de los antiguos habitantes y, a la vez, fomentar la identidad local y regional.
Pese a ello, hay vandalismo y una idea mal lograda del rescate de la “ancestralidad”, la “recarga de energía” y la apropiación del pasado, cuya base es la idealización de los antiguos pueblos indígenas. En muchas ocasiones, lo anterior está asociado con una mezcla de esoterismo, creencias new age y la mexicanidad, fenómenos religiosos que nada tienen que ver con la conmemoración del equinoccio en el mundo prehispánico.
Por otro lado, la afluencia inusual de personas a las zonas y sitios arqueológicos del Estado de México -se manejan cifras cercanas a 1 millón de visitantes a Teotihuacán durante los días 19, 20, 21 y 22 de marzo- trae consigo efectos diversos y hasta contradictorios para la población local y de los alrededores. Si bien los pobladores se benefician económicamente
Los asistentes
de los servicios turísticos, alimentos y bebidas que ofrecen, también sufren las consecuencias de la sobrecarga de basura y la escasez de agua (se calcula que un turista gasta tres o cuatro veces más agua que un habitante local), mientras vivimos una crisis hídrica en el país. De ahí que resulte muy importante advertir de que las aglomeraciones en las zonas arqueológicas, tradicionalmente carentes de suficiente agua, puede ocasionar daños irreparables a corto plazo y de diverso tipo para las poblaciones actuales y para los monumentos antiguos.
Más que “ir a las pirámides” una vez al año, lo que implica viajar por carretera cientos de kilómetros, vestirse de blanco y
Se relaciona
Se realizan levantar las manos para “recargar energía” con el sol en la creencia de que la vida mejorará, habría que realizar pequeñas acciones que permitan tener una convivencia armoniosa con nuestro entorno, adaptándonos al medio ambiente sin contaminarlo (por ejemplo, cuidar el agua, hacer un uso racional del vehículo, no tirar basura, reciclar, reforestar, etcétera).
Se haría patente en esas conductas una enseñanza de las antiguas sociedades prehispánicas que debemos practicar y rescatar; habitaron por milenios el actual territorio, adaptándose a los diferentes entornos, con lo cual nos legaron un conocimiento asociado a los ciclos de vida del medio ambiente.