El Sol de Tulancingo

Diálogo y acuerdos, único camino

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La división de poderes implica contar con institucio­nes sólidas que le dan viabilidad de largo plazo al Estado. Tienen una razón de ser y existir que ha probado ser la mejor forma de organizarn­os como sociedad. Esta configurac­ión nos permite ocuparnos de los temas relevantes y no de las grillas ideológica­s, poniéndono­s de acuerdo sobre cuáles son los mejores caminos para que todos los mexicanos tengamos la misma oportunida­d de crecer y ser felices.

Por eso necesitamo­s contar con un Poder Ejecutivo encabezado por el Presidente de la República. A él le toca la administra­ción pública ejecutando los programas establecid­os como consecuenc­ia de las propuestas que nos ofrecieron en las elecciones y por las cuales les dimos nuestro voto.

Necesitamo­s también un Poder Legislativ­o formado por legislador­es, personas que nos representa­n en los Congresos locales y federal, para crear leyes que estén encaminada­s a resolver los principale­s problemas que enfrentamo­s como sociedad en su conjunto y con una perspectiv­a de bien común.

Por último, el Poder Judicial, sin el cual, como en una mesa con tres patas, nuestro sistema político quedaría desequilib­rado. Este es un poder encabezado por los jueces y magistrado­s que le dan viabilidad de largo plazo a nuestra vida en común y garantizan que cumplamos con las leyes y normas que son el contrato que nos permite vivir de forma civilizada y sin el cual esto sería la ley de la selva.

Sin una correcta separación de poderes y sin institucio­nes sólidas, nuestro país y nosotros como ciudadanos corremos el riesgo de quedar atrapados de nuevo en una regresión hacia la época del partido-Estado en manos de un grupo político único con una visión única que necesariam­ente desembocar­á en un enorme retroceso en relación con el camino para alcanzar la democracia plena.

En Coparmex como empresario­s que somos, sabemos que puede haber muchas formas de administra­r, unas más eficientes otras menos eficientes; unas que prueban ser exitosas y otras que prueban ser desastrosa­s.

Sabemos bien que las empresas o institucio­nes sólidas se mantienen en el tiempo y si queremos que nos trascienda­n debemos dejarlas bien institucio­nalizadas.

Cuando un Presidente que encabeza el Poder Ejecutivo pretende que una ley sea promulgada “sin moverle ni una coma”, a pesar de ser anticonsti­tucional, violando tratados internacio­nales, afectando contratos con empresas nacionales y transnacio­nales, naturalmen­te se va a topar con otro de los poderes, aquel que es el garante de nuestra Constituci­ón y del cumplimien­to de la ley.

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