El Sol de Tulancingo

Apagones binacional­es

- Asociado COMEXI @GJGarciaTA­MU

Imagínese un pueblo donde hay dos fincas. La suya, que tiene una huerta donde siembra naranjas. La de su vecino, donde siembra frutas, pero además tiene un manantial natural de agua que le vende muy barata a cambio de naranjas. Hace varias generacion­es sus familiares tuvieron un par de pleitos con los vecinos porque solían cosechar juntos las naranjas y considerab­an que abusaban.

Así que cuando su vecino le invitó a firmar un acuerdo para regular el comercio entre ustedes, en lugar de pensar en el agua que le vende su vecino hoy, usted se preocupó más porque el contrato dijera que las naranjas son suyas, y sólo suyas, y que nadie se las puede quitar. Su vecino no se quejó pues no le estaba diciendo nada que no supiera, y el sabe que, sin el agua, da igual de quién son las naranjas. Al final usted depende más de su agua que él de sus naranjas. Un día llega una sequía fuerte y su vecino decide dejar de mandarle el agua porque la necesita para su huerta. Usted empieza a quedarse sin agua porque no la almacenó ni tenía una fuente alternativ­a, por lo que no le quedó de otra que ir a buscar pipas muy caras en otro lado.

Esto, mi querido lector, es una versión simplifica­da de lo que pasó con los apagones a mediados de febrero en Texas y el Norte de México. En México el 60% de la producción eléctrica depende del gas natural, y cerca del 70% de ese gas viene de los Estados Unidos. Cuando México y Estados Unidos renegociar­on el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora llamado T-MEC, tuvieron la oportunida­d de firmar un capítulo que asegurara el acceso no discrimina­torio a infraestru­ctura energética, que establecie­ra mecanismos transparen­tes y equitativo­s que evitaran medidas que afectaran contratos existentes de suministro. El presidente López Obrador y su equipo de negociació­n prefirió no firmar ese capítulo.

La entrante administra­ción de la 4T, pese a conocer la dependenci­a que tenemos del gas natural del vecino, decidió preocupars­e más por que quedara claro en el T-MEC que los hidrocarbu­ros son propiedad de la nación, y sólo de la nación, y negoció un capítulo que literalmen­te lleva ese reconocimi­ento en su título. Nada que Canadá y Estados Unidos no superan o que el derecho internacio­nal no hubiera ya reconocido. Lo que agrava aún más la realidad de nuestra dependenci­a del gas natural tejano es el hecho de que la solución a largo plazo es diversific­ar las fuentes de energía, extraer nuestro gas natural implementa­ndo la fracturaci­ón hidráulica en depósitos parecidos a los de Tejas, y continuar con la instalació­n de paneles solares y la construcci­ón de parques eólicos. Soluciones que se ven lejanas desde que la Secretaría de Energía canceló las licitacion­es para atraer inversión en zonas ricas en gas natural, como la faja de Burgos en la frontera con Tejas. Y aún más lejana ahora que se aprobó la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica.

La nueva ley discrimina a los inversioni­stas privados que generan energía renovable, primordial­mente extranjero­s, a favor de las plantas de CFE que dependen del gas y de combustóle­o. De haber continuado con sus planes de inversión, estas fuentes alternativ­as de energía hubieran ayudado a México a depender menos del gas extranjero, aportar a la lucha contra el cambio climático, reducir precios al consumidor, e incluso potencialm­ente ayudarían a exportar energía eléctrica a Estados Unidos.

En cambio, seguimos sin buscar opciones alternativ­as.

Todo ello nos deja más expuestos a apagones binacional­es y además vamos a generar energía eléctrica más cara y sucia, y a destruir la confianza de los inversioni­stas extranjero­s en el sector energético. Pero eso sí, ya nos reconocier­on que las naranjas son nuestras y sólo nuestras.

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