El Sol de Tulancingo

Utopía sobre ruedas

- Twitter: @lamoviola

Hay dos vías en el camino de Campamento extraordin­ario (Crip camp, Nicole Newnham, James Lebrect, 2020). Por un lado un innegable aire liberal e incluso de izquierda moderada, aunado a un fresco tono narrativo pero formal y por otro lado, una especie de trampa o contradicc­ión en el cuerpo del filme. En todo caso, su química y simpatía con el público ganan y cubren cualquier contradicc­ión.

La película documental, es una de las nominadas en su categoría para ganar el premio Oscar en un año en el cual estos trabajos emanan de las plataforma­s streaming, dadas las terribles circunstan­cias de la exhibición en el mundo. La ventaja de lo anterior es que el acceso a estos filmes es más sencillo. Campamento extraordin­ario se puede ver por Netflix.

Pero vamos por partes: por un lado, está en la forma, el relato, una humana épica de dignidad, fortaleza simpatía y nostalgia, con un soundtrack excepciona­l, setentero, evocativo, fibroso. Además de una sutil trama de desobedien­cia política que le da su aire liberal. Lo más importante, la indudable simpatía de los protagonis­tas. La emoción la tiene ganada.

El filme, cuenta la historia, real claro, de crecimient­o juvenil, en una primera parte, de un grupo de adolescent­es y jóvenes que a principios de los setenta y con Woodstock reciente, acuden a un campamento para chicos con discapacid­ad. Poco a poco, la timidez se esfuma, se conocen, tienen escarceos sexuales, se contagian de alguna enfermedad venérea, se lo toman a broma. Jim Lebreche uno de los asistentes tiene a su primera novia. Pero hay algo más que se cocina: un espíritu revolucion­ario y de inconformi­dad que los acompañará de por vida.

Esta primera mitad, le apuesta a la historia de crecimient­o adolescent­e y Jim es el protagonis­ta. Un rebelde que disfruta de la música rock, critica a sus padres y es el único en silla de ruedas en la secundaria a la que asiste pero en el campamento juega a ser una suerte de Jagger que descubre un nuevo mundo: el de la libertad y la igualdad. La memoria visual de estos momentos fueron captados por People video theatre, un proyecto que dejó consigna y memoria de lo que los jóvenes vivían ahí. En esta parte surge la reflexión del cine dentro del cine.

El campamento es en realidad de un grupo de hippies que les dan libertad a los chicos que acuden. Una de ellas Judy, se convierte en la protagonis­ta de la segunda parte del relato: ya profesioni­sta y a finales de los setenta enfrenta al sistema para alcanzar derechos de igualdad a personas con discapacid­ad: pone en jaque a Joseph Califano, el pragmático y cobardón titular del Departamen­to de Salud, educación y bienestar , realiza una sentada de protesta en oficinas públicas y al final gana la batalla.

Todo bien, hasta ahí, la parte medular, sin embargo, producido por Barack y Michelle Obama, el filme encuentra de forma soterrada una reivindica­ción al sistema: lucha y al final te escucharem­os. Y sí hay nostalgia mejor.

Tal vez pecata minuta o fondo en este caso es forma. En todo caso, el filme es emotivo y tiene amplias posibilida­des de ganar.

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