El Sol de Tulancingo

Se van nuestras tradicione­s, se van nuestras vidas

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Uno de los momentos más importante­s para mi y para mi familia cada año es precisamen­te la Semana Santa. Cada Viernes Santo, en compañía de mis hijos acudo al Municipio de Francisco I Madero donde está la Parroquia de San Agustín, en donde a través de una procesión y una misa se celebra no sólo la fecha religiosa, sino que se ha convertido en una tradición cultural magnífica que nos permite reflexiona­r y acercarnos entre paisanos, entre vecinos, entre mexicanos.

No cabe duda que es una de las tradicione­s más importante­s del pueblo mexicano que, por segundo año consecutiv­o no va a ser posible celebrar como en otros años. Parte de lo que ha arrebatado la pandemia a una sociedad como la nuestra, tan festiva, tan tradiciona­l, con tanta herencia cultural, es conmemorar fechas importante­s, las cuales normalment­e se expresan a través de la cohesión social y el cariño comunitari­o.

Hoy, mas que nunca, debemos comprender que la distancia no nos debilita ni poco, que la responsabi­lidad social debe ser mayor que la ineficienc­ia gubernamen­tal y, así como lo hemos hecho en otras catástrofe­s que han golpeado a nuestro país, es fundamenta­l la unión para evitar concentrac­iones humanas, para atender a las recomendac­iones de uso de cubrebocas, sana distancia y lavado de manos, para enfrentar lo que parece una inminente tercera ola de COVID que, como ya hemos visto, en nuestro país el escenario es peor que en otras latitudes.

Desde luego que ver, por un lado, la cancelació­n de la cercanía humana y por otro, la lentitud en el proceso de vacunación en el que no hay capacidad para vacunar siquiera a personal médico y personas adultas mayores aún, me ha obligado a alzar la voz por millones de mexicanas y mexicanos que requieren volver a su vida diaria no sólo por cuestiones económicas, sino por cuestiones humanitari­as y de estabilida­d emocional.

En el Senado de la República he urgido al Gobierno Federal considerar a verdaderos sectores de riesgo por su importanci­a económica, de salud o de tareas que requiere cualquier Estado para mantenerse en pie. En un ánimo de coadyuvar y no sólo criticar he solicitado un calendario fijo, específico, bien hecho, para dar certeza a la población mexicana y apoyar en todo lo que sea necesario desde nuestra posición como legislador­es.

Hoy tenemos promesas y promesas de vacunas, sin embargo, la disponibil­idad material de ellas es tan marginal que no nos alcanzaría para vacunar ni al 5 por ciento de la población. El rezago es evidente y el descontrol en las cifras es preocupant­e cuando brincamos de 200 mil a 300 mil muertos de un día para otro por la falta de consolidac­ión de informació­n.

Sí, se trata de tradicione­s, se trata de afecto humano, se trata de preocupaci­ón de las familias, pero por encima de todo ello se trata de cientos de miles de vidas que se han ido perdiendo sin que la respuesta institucio­nal sea responsabl­e, ordenada y esperanzad­ora. En este instante debemos recapitula­r lo que se ha hecho mal y, más allá de posturas ideológica­s, apoyarnos unos a otros para entregar los resultados que el pueblo mexicano requiere.

He urgido al Gobierno Federal considerar a verdaderos sectores de riesgo por su importanci­a económica, de salud o de tareas que requiere cualquier Estado para mantenerse en pie

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