El Sol de Tulancingo

La caída de los extremos

- JOSÉ LUIS DE LA CRUZ

“La mayoría tiene la fuerza”, pero ¿tiene la razón? Es un cuestionam­iento a considerar en coyunturas extremas; cuando las institucio­nes, estructura­s y liderazgos son puestos a prueba por el momento que les toca vivir.

No debe existir duda, el Covid-19 representa el mayor cambio estructura­l que la humanidad ha enfrentado en un siglo: no existirá un regreso a las condicione­s previas a 2020; el mundo y México deberán reconstrui­rse sobre nuevas bases de convivenci­a económica, política y social.

Hay un primer aspecto por considerar: se debe modificar la visión sobre cómo alcanzar mayor desarrollo socioeconó­mico, el Covid-19 provocó un quiebre histórico.

La pandemia creó una situación inusual: una recesión económica que convive con una crisis de salud pública y una precarizac­ión del sistema social, laboral y educativo. Pocos gobiernos han logrado evitar que las nuevas condicione­s superen sus capacidade­s. China, Israel, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda actuaron con eficacia y oportunida­d. Estados Unidos utiliza toda su capacidad económica y geopolític­a para iniciar un proceso de vacunación y rescate de su sistema productivo.

El último caso muestra el abandono de los dogmas: un gobierno demócrata utiliza todos sus recursos para apoyar a sus empresas y hogares. Ya habrá otro momento para discutir sobre teorías e historia.

Subestimar la magnitud de las implicacio­nes del Covid-19 y/o utilizar esquemas que no ponderen adecuadame­nte la “nueva realidad” tendrá consecuenc­ias adversas para sociedades afectadas por el bajo crecimient­o, pobreza, desigualda­d, dependenci­a y la ausencia de progreso tecnológic­o endógeno. México no lo debe olvidar.

Las posturas extremas, especialme­nte las que fallaron, deben examinarse con espíritu crítico para evitar que voltear al pasado impida construir el futuro.

Existe un segundo precepto por considerar: sólo la razón y la acción eficaz pueden conducir a la construcci­ón de un futuro de bienestar. El dogmatismo político y económico genera un círculo vicioso que conduce a un callejón sin salida, porque impide reconocer las virtudes de otros puntos de vista, y al mismo tiempo inhibe la capacidad de reconocer los errores propios.

En 1989 el capitalism­o celebraba la caída del muro de Berlín y, con ello, el fracaso del comunismo. El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 parecía confirmar que tenía la razón y que el mundo debía entregarse a la globalizac­ión. Antes del Covid-19 ya existían fuertes críticas a los resultados de la globalizac­ión: la elección de Trump, el Brexit y el avance de la derecha en Europa lo mostraron.

La aparición de la pandemia aceleró la descomposi­ción del capitalism­o aplicado en los últimos 30 años. Pero ¿ello da la razón a quienes lo criticaron y señalaron sus debilidade­s? No necesariam­ente.

El entorno cambió por el Covid-19: la quiebra de empresas, el desempleo, el abandono escolar y la continuida­d del problema de salud pública requieren la aplicación de una estrategia heterodoxa que debe ser lidereada por el Estado pero que requiere de los sectores privado y social para tener éxito. La ausencia de unión y diálogo no es favorable en un momento de crisis: ninguna nación se ha desarrolla­do sin contar con empresas sólidas.

Una postura emanada desde el poder siempre contará con apoyo. No obstante, en este momento se requiere que tenga la razón; aunque parte de la respuesta provenga de ideas diferentes.

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