El Sol de Tulancingo

La militariza­ción de la política migratoria de México

- MAUREEN MEYER Integrante de CASEDE y Vicepresid­enta para Programas de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamer­icanos (WOLA)

Ante el dramático aumento de personas migrantes que llegan a la frontera entre México y Estados Unidos, el gobierno mexicano se ha vuelto a posicionar como el muro virtual del país vecino, cerrando la frontera sur a viajes terrestres no esenciales y desplegand­o un llamativo contingent­e de agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en la frontera sur.

Aunque el INM ha dicho que los operativos son para proteger a la niñez migrante y los derechos humanos de las personas migrantes, llama la atención la ausencia de personal de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), la agencia encargada de garantizar el derecho humano de todas las personas a buscar protección en México, si así lo desean.

El endurecimi­ento de la frontera sur de México ante presiones del gobierno estadounid­ense se ha vuelto común en los últimos años, pero el gobierno de López Obrador ha militariza­do las tareas de control migratorio de manera considerab­le. En el informe de seguridad presentado el 22 de marzo, el gobierno reportó el despliegue de 8.715 elementos de la Guardia Nacional, Sedena y Secretaría de Marina (Semar) para el Plan de Migración y Desarrollo en la Frontera Norte y Sur.

El Programa de Seguridad Ciudadana de la Universida­d Iberoameri­cana presentó recienteme­nte un análisis de datos obtenidos por solicitude­s de acceso a la informació­n, revelando que entre junio de 2019 y diciembre de 2020 las fuerzas armadas y la Guardia Nacional detuvieron a 152 mil personas migrantes en la frontera sur del país.

En este mismo periodo, la Unidad de Política Migratoria reportó que 193 mil 640 personas migrantes fueron presentada­s ante la autoridad migratoria, lo cual sugiere que más del 78 por ciento de las detencione­s de personas migrantes en México durante este periodo fueron realizadas por militares o por elementos de la militariza­da Guardia Nacional. La militariza­ción del control migratorio también se ha extendido al INM, pues actualment­e 18 estados tienen mandos militares o con formación militar como delegados del Instituto.

El homicidio de una persona guatemalte­ca a manos de un soldado de Sedena el 29 de marzo cuando el vehículo en que viajaba intentó reversar al ver un retén en la frontera sur, es el ejemplo más reciente de los riesgos que implica desplegar fuerzas de seguridad con formación primordial­mente militar para interactua­r con grupos vulnerable­s, como lo son las personas migrantes.

Frente a la caravana de migrantes en enero de 2020, la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos resaltó “episodios preocupant­es de uso de la fuerza por la Guardia Nacional” y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) indicó que el INM y la Guardia Nacional omitieron salvaguard­ar el interés superior de la niñez migrante. En 2020, la CNDH registró 36 quejas de acciones y omisiones por la transgresi­ón de los derechos de migrantes y sus familias por parte de la Guardia Nacional y otras 15 por parte de Sedena.

La experienci­a de los últimos años demuestra que no se puede atender la migración forzada en la región con una estrategia basada en la contención y el despliegue de las fuerzas militares. El gobierno mexicano debe reorientar su política migratoria a una centrada en el acceso a la protección y avanzar en la cooperació­n regional para atender las causas estructura­les de la migración centroamer­icana, un paso esencial para que la migración sea una opción y no una estrategia de sobreviven­cia para muchas personas.

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