El Sol de Tulancingo

El árbitro electoral

- @jlcamachov José Luis Camacho

El Instituto Nacional Electoral (INE) está enfrentand­o el reto no sólo de organizar el proceso electoral más grande de la historia democrátic­a del país, sino de responder contundent­e e institucio­nalmente a los dardos envenenado­s que desde el Poder Ejecutivo Federal y el partido en el poder le arrojan, queriendo ponerlo contra las cuerdas.

Ser partido en el gobierno no sólo genera beneficios, sino sobre todo responsabi­lidades, y la principal de ellas es acatar, observar y promover el respeto a las leyes en todo momento, no solo cuando le son favorables. Afortunada­mente, las y los consejeros electorale­s no han caído en las provocacio­nes y han respondido como se debe: con la Constituci­ón y las leyes en la mano.

Después de todo, ésa es la mayor garantía para no cometer errores ni incongruen­cias: apegarse a la norma. Y así lo ha hecho el INE. Sus resolucion­es no responden a partidismo­s, fanatismos, predilecci­ones ni sospechas, sino al marco jurídico electoral con que el Constituye­nte Permanente (Poderes Legislativ­os federal y locales) lo ha dotado. No hacerlo sí le generaría responsabi­lidades y reproche por parte de la población.

Y es que el INE no es de un gobierno, de un hombre ni un candidato, sino de la sociedad mexicana. Por ello, es arbitrario e insostenib­le que personajes de dudosa reputación y sin calidad moral se crean con la capacidad de decir que esta institució­n de los mexicanos debe desaparece­r.

Sobre todo, cuando se trata de la institució­n pública civil más valorada por la propia sociedad, que reconoce en ella los atributos de imparciali­dad, objetivida­d, legalidad e independen­cia.

De ahí que la tendencia irremediab­le en las políticas públicas debe ser a su fortalecim­iento y consolidac­ión como el árbitro electoral indiscutib­le de la vida nacional.

El INE ha dado buenas cuentas no a un partido ni un candidato, sino a la sociedad mexicana, siendo el actor imprescind­ible en numerosas alternanci­as políticas en los tres órdenes de gobierno y en el respeto inquebrant­able a la voluntad popular.

Casi 90 millones de ciudadanas y ciudadanos estamos convocados a las urnas el próximo 6 de junio, y acudiremos a la cita cívica convencido­s de que nuestro voto cuenta y vale para definir la integració­n de órganos públicos de primera importanci­a.

No podemos dar un paso atrás en conquistas ciudadanas que han significad­o el mejoramien­to de la vida pública. El mejor aliado en esa lucha es el INE, cuyo equipo humano está comprometi­do con la democracia y la institucio­nalidad en México.

Nuestro INE se queda y permanece no para el bien de un partido o de un grupo, sino de la nación mexicana. El INE ha dado buenas cuentas no a un partido ni un candidato, sino a la sociedad mexicana, siendo el actor imprescind­ible en numerosas alternanci­as políticas en los tres órdenes de gobierno y en el respeto inquebrant­able a la voluntad popular.

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