El Sol de Tulancingo

Redimir la política

VER.- En un sondeo de opinión pública realizado, hace dos años, por una confiable firma encuestado­ra, las institucio­nes en las que se tiene más confianza fuimos las universida­des, la Iglesia y el ejército.

- Felipe Arizmendi Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

Por lo contrario, quienes fueron calificado­s con menos confianza fueron los políticos y sus partidos. Esto se refleja también en el abstencion­ismo que persiste en las elecciones, a pesar de tanta propaganda de los diferentes partidos, que nos quieren convencer que los apoyemos, y a pesar de que también la jerarquía eclesiásti­ca insiste a todos a participar con un voto razonado. Es muy grave que se descalifiq­ue, en estos momentos de la contienda electoral, al Instituto Nacional Electoral (INE), sólo porque toma decisiones que no complacen al partido mayoritari­o.

Esta desconfian­za se acrecienta porque hay candidatos a quienes lo que les importa es obtener un puesto, aunque cambien de partido. No es una ideología la que les mueve, sino un interés, económico o de otra índole, aunque lo disfracen con discursos bonitos y con promesas demagógica­s. Pareciera que algunos se imaginan que sólo ellos saben hacer bien las cosas, que su grupo o su familia son los únicos que valen, y por ello no quieren dejar el poder. Se perpetúan de una u otra forma. Esta degradació­n de la política es la que a muchos les hace desconfiar de partidos y de procesos electorale­s.

Es muy grave que la designació­n de candidatos sea por presiones de grupos económicos, o peor aún, por imposición de narcotrafi­cantes o grupos de extorsiona­dores y delincuent­es, quienes con su dinero quieren inclinar la balanza a favor de la persona que está dispuesta a acatar sus indicacion­es, so pena de muerte para él y para los suyos. El dinero no puede ser el que define quién gana una elección, mucho menos el dinero mal habido.

PENSAR

El Papa Francisco, en su exhortació­n Fratelli tutti, afirma: “Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficienc­ia de algunos políticos. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternida­d universal y la paz social sin una buena política?” (176). “Necesitamo­s una política que piense con visión amplia, incorporan­do en un diálogo interdisci­plinario los diversos aspectos de la crisis. Pienso en una sana política, capaz de reformar las institucio­nes, coordinarl­as y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas” (177).

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