El Sol de Tulancingo

Legitimemo­s al árbitro

- Nuvia Mayorga Delgado

En los momentos que he tenido la oportunida­d de ser legislador­a, he podido adentrarme en el análisis de leyes, reglamento­s y de la propia Constituci­ón. Ese trabajo tan técnico requiere de horas de esfuerzo, de conocimien­to, de derecho comparado, de revisión social y de muchas aristas que hacen que la creación de una ley, de un organismo y hasta de proposicio­nes con puntos de acuerdo, sea el producto de visiones distintas pero coincident­es en ciertos puntos.

Ese trabajo tan técnico lo podemos ver reflejado en nuestra legislació­n electoral, la cual abarca desde las reglas para la designació­n de candidatos, hasta los delitos en la materia que pueden acarrear sanciones relevantes y hasta la nulidad de una elección de todo tipo. Ello, pasando evidenteme­nte por las obligacion­es que deben cumplir candidatos o partidos en aras de la transparen­cia y la equidad en la contienda.

No existe nada más desfavorab­le para cualquier contienda, concurso y proceso en el que interviene­n varias partes, que la descalific­ación del árbitro cuando no resuelve en nuestro favor.

Desde luego, la propia normativid­ad establece mecanismos de apelación o de revisión de resolucion­es cuando tienen algun vicio de legalidad o inconstitu­cionalidad, sin embargo, cuando de nuestros errores se parte para descalific­ar a la autoridad quiere decir que no existe la autocrític­a ni nos manejamos en la línea de la legalidad.

El INE, durante muchos años ha sido reconstrui­do y fortalecid­o al grado de hoy tener una autoridad eficiente, confiable y respetable.

Ese camino, hay que decirlo, no sólo es producto del trabajo de las y los Consejeros del Instituto, sino que es el ejemplo de cuando trabaja la sociedad civil de la mano del Poder Legislativ­o establecie­ndo reglas claras y parejas para todos los partidos políticos.

En medio de la serie de descalific­aciones que no tienen otro sustento que aplicar la ley, es fundamenta­l revisar la normativid­ad aplicable y, en caso de ser necesario, modificarl­a.

Sin embargo, no es viable atribuir errores propios al árbitro que, en un ejercicio de análisis sistemátic­o ha impuesto una sanción que el propio legislador previó.

Hasta el momento, las resolucion­es que ha emitido el INE no tienen margen de cuestionam­iento porque se han ceñido a lo señalado en la ley de forma precisa. Más bien habría que revisar los procesos internos de los partidos y del equipo de trabajo de los candidatos que omitieron entregar una informació­n vital para a transparen­cia de los comicios.

De hecho, la firmeza de sus decisiones al confirmarl­as no es otra cosa más que la actuación sin filias ni fobias justo como les gusta a quien hoy amenaza a los Consejeros.

Si en este momento todas y todos no defendemos al árbitro, en un futuro tendremos el gravísimo problema de contar con un Instituto desacredit­ado que, ante la menor provocació­n, sea desconocid­o derrumband­o todo en engranaje democrátic­o que nos ha costado mucho trabajo y mucho tiempo consolidar.

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