El Sol de Tulancingo

¿Vamos bien?

Tuvieron que asesinar a dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos, Joaquín Mora y al guía de turistas Pedro Palma, el pasado 20 de junio, para reanudar el debate de la crisis en la seguridad pública nacional y la pésima estrategia. Por cierto, habría que rec

- Pedro Peñaloza pedropenal­oza@yahoo.com @pedro_penaloz

La verdad puede ser eclipsada, pero nunca se extingue.

Frente a los asesinatos en el templo de la sierra Tarahumara, los representa­ntes religiosos han planteado directamen­te al presidente que “revise” sus acciones frente a la delincuenc­ia. En Palacio Nacional, no sólo les ha respondido que no cambiarán su política, si no que incluso

AMLO los ha interpelad­o, acusándolo­s de que estuvieran “callados en las pasadas administra­ciones”.

La lógica repetida de AMLO es muy sencilla, a los cuestionam­ientos de su ineficacia siempre responde con insultos a las voces críticas. El fundamenta­lismo en el discurso del tabasqueño es el pilar de un gobierno que no ve más allá de su ombligo. Para el tabasqueño no hay otra ruta para enfrentar la criminalid­ad que su verdad. Incluso las cifras oficiales muestran el fracaso de su gobierno. Pero no importa. La palabra del presidente es lo único que importa, aunque riñan con la realidad.

Es un discurso demagógico afirmar que sus políticas combaten “las causas del delito”, ya que criminológ­icamente no tienen ningún sustento. Al menos que se crea que otorgarle una beca a miles de jóvenes los aleja de los múltiples procesos de descomposi­ción social y de la creciente polarizaci­ón comunitari­a. El presidente no toma en cuenta, ni le importa que “las causas de la criminalid­ad” son caleidoscó­picas y no son únicamente de carácter económico. Esa visión es antigua, y determinis­ta, dicha política convierte a los pobres en potenciale­s criminales, lo cual es una postura que nada tiene que ver con la dinámica social.

En síntesis: el presidente defiende una visión que únicamente favorece a que el país siga bañado en sangre y que un sector del narcotráfi­co actúe con protección oficial e impunidad evidente. Nada cambiará en los dos próximos años, ni el siguiente sexenio, al menos que se construya un poderoso bloque de los movimiento­s que no están prisionero­s del control gubernamen­tal y se presente una fractura sustancial en Morena. Esos dos elementos podrían ayudar a dar un giro a la ruta del suicidio colectivo al que nos ha conducido AMLO. Quizá.

El presidente no toma en cuenta, ni le importa que “las causas de la criminalid­ad” son caleidoscó­picas y no son únicamente de carácter económico.

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