Nada de armas: el objetivo es la paz
Ninguna sociedad que busque vivir en paz se arma. Es un contrasentido que, tarde o temprano, cobra víctimas inocentes y lleva a tragedias irreparables; proponer que para defendernos es necesario estar armados es desconocer, por decir lo menos, las causas
Detener la inseguridad requiere de dotar a muchas comunidades de infraestructura pública, de becas escolares, apoyo a adultos mayores, capacitación laboral a jóvenes, créditos accesibles para abrir negocios y vías de comunicación hacia municipios y centros urbanos que permitan ampliar las posibilidades de desarrollo, sin abandonar el lugar de origen. Esa es la estrategia actual, que no es nueva, porque hemos sabido de este camino desde hace mucho tiempo y con base en diagnósticos, análisis, estudios y otros instrumentos que no se llevaron a la práctica, porque la urgencia era combatir al delincuente a como diera lugar, dejando de lado el entorno que le dio como opción afectar a otras personas.
Poner sobre la mesa que la alternativa es enfrentar directamente a la delincuencia con armas es un error que se comete con demasiada frecuencia y solo parece ocultar intereses de una naturaleza distinta a la búsqueda de la pacificación del país.
Precisamente es el uso indiscriminado e ilegal de armas lo que mantiene la violencia entre ciudadanos, esa que no tiene que ver con la delincuencia y sí con los asesinatos en contra de cónyuges, parejas, compadres y amigos de fiesta, cada fin de semana. Sin dejar de contar los accidentes fatales, las lesiones y las tragedias que involucran a un menor de edad que juega con el arma que se tiene en casa para “protección” de todos sus habitantes.
Portar un arma es una responsabilidad que pocos entienden y menos son los que están capacitados para utilizarla. No es un juego, como lo hemos visto en muchos casos de agresiones que suceden por un cerrón entre automovilistas, un anuncio de divorcio o una riña por el marcador de un partido de futbol.
Argumentar que el Estado es el responsable de uso de la fuerza para garantizar la seguridad, para después proponer que la sociedad lo sustituya y haga justicia por propia mano es fomentar la misma violencia que se dice querer disminuir.
La clave es quitarle al crimen posibilidades de crecimiento y de reclutamiento por todas las vías legales y de desarrollo social posibles. Un arma no da seguridad, la quita, y colocar a un ciudadano frente a un delincuente, o peor, contra otro ciudadano, para agredirse es de lo que estamos cansados y por eso estamos impulsando un rumbo distinto, que lleva tiempo, pero está arrojando avances para que, entre la mayoría, construyamos la paz.
La clave es quitarle al crimen posibilidades de crecimiento y de reclutamiento por las vías legales.