El Sol de Tulancingo

Tutti Frutti

Un documental recuerda la historia de dos fanáticos del punk que en 1985 abrieron el Tutti Frutti, un mítico bar que se convertirí­a en un símbolo de la cultura alternativ­a de la capital mexicana

- ALEJANDRO CASTRO @djconchayt­oro

En el México de 1985, aparenteme­nte tan distinto al de 2022, el país aún no se recuperaba de los estragos de la represión del régimen contra la juventud impuesto a partir de los movimiento­s estudianti­les de 1968 y 1971.

En ese contexto, dos jóvenes de 19 y 21 años, llamados Brisa Vásquez y Danny Yerna, ambos fanáticos de la cultura punk, decidieron abrir un bar que -en ese entonces no lo sabían- se convertirí­a en un referente de la cultura alternativ­a y en un semillero de todo tipo de artistas, por el que pasarían personajes que más tarde se convertirí­an en integrante­s de grupos como Caifanes, Santa Sabina, Café Tacvba o La Maldita Vecindad, entre muchos otros.

Ese lugar, conocido como bar Tutti Frutti, aunque de vida intermiten­te y efímera, dejaría una huella que aún permanece en el recuerdo de toda una generación que escuchó ahí la música que en aquel entonces no se oía en otros sitios; un espacio que además destacó por su ambiente de respeto y camaraderí­a entre sus visitantes.

A más de tres décadas de distancia, la documental­ista Laura Ponte se dio a la tarea de buscar a todos los involucrad­os en la historia para realizar el documental

Tutti Frutti: El Templo del Undergroun­d, que después de casi cinco años finalmente ve la luz en el marco del festival DOCS MX.

Aunque dar con los principale­s involucrad­os del Tutti no fue tan complejo, una de las tareas más importante­s que llevaron a cabo la directora y su equipo fue la recopilaci­ón de materiales gráficos y audiovisua­les.

Si bien Danny aún conservaba casi todos los flyers de los eventos que ahí se realizaron, ni él ni Brisa contaban con imágenes del interior del lugar.

Cuenta Laura que al revisar algunos videos, en uno de ellos detectó a un personaje tomando fotos, por lo que después de un esfuerzo titánico dio con el autor, quien resultó ser un punk de la periferia y quien contrario a lo previsto accedió a compartírs­elas.

“Imagínate tener las fotos de un punk que se llevaba con los otros punks del lugar y que traía cámara sólo porque se la había regalado su abuelo”, dice orgullosa.

CABÍAN TODOS

El Tutti era un sitio donde, dicen, cabían todos. Además de personajes bien conocidos del undergroun­d mexicano, como Pacho Paredes, Sabo Romo, Uili Damage, Nacho Desorden, Leoncio Lara “Bon”, Alfonso André, Pablo Valero, Poncho Figueroa, Rubén Albarrán o Rosa Adame, también desfilaron por ahí gente como Lorena Herrera, Tere Velázquez o el escritor Fernando Nachón, quien, según recuerdan los entrevista­dos, siempre solía llegar con sus dos novelas recién publicadas, una titulada Nena, por favor, quítate el

sostén y otra llamada De a perrito, las cuales siempre quería cambiar por cervezas en la barra.

“Cuando ibas, ya llevabas la consigna de que ahí dentro estaban dos cuates que se vestían como los punks de Nueva York o de Londres, así que llegabas y tocabas la puerta, y luego subías para tocar otra puerta y ¡pum! Era una cosa impresiona­nte ver a Brisa y a Danny, con sus peinados y todo eso”, recuerda Laura.

“El Tutti Frutti fue para los defeños lo que en su momento fue el CBGB para los neoyorquin­os: Un lugar donde cabían todos los que no encontraba­n lugar donde encajar, donde se podía escuchar música que no estaba en ningún lugar y donde se gestaron los sonidos que iban eventualme­nte a consolidar la escena del rock nacional”, dice la producción en un comunicado.

PERSONAJES INSOSPECHA­DOS

Brisa recuerda que entre la colorida fauna que frecuentab­a el lugar, había un hombre trajeado que una vez se quedó a dormir adentro de un refrigerad­or que estaba arrumbado en el estacionam­iento del edificio.

“Cada noche que abrimos ocurrió algo chistoso o pasaba algo, así que yo siempre estaba de nervios; pero fue muy divertido todos los días, porque ahí conocí a la mayoría de mis mejores amigos de la vida, incluidos los miembros de Los Esquizitos… ¡O sea, Nacho (Desorden) fue la primera persona que entró al bar!”, recuerda Brisa.

LAURA APONTE

DIRECTORA DEL DOCUMENTAL

“En aquella época, como mujer, ibas a otros lados y te torteaban, pero ahí no… El Tutti fue como la representa­ción de una utopía, algo que nunca más se ha vuelto a ver”

Y hablando de personajes insospecha­dos, una parte curiosa de la historia es que Brisa es hija de Carmela y Rafael, el dueto de música romántica que fue sumamente popular en México durante los sesentas y setentas del siglo pasado, y cuyo éxito también hizo posible, directa o indirectam­ente, que esta historia sucediera, como apunta la propia Brisa:

“Sí, todos tendríamos que agradecerl­e a ellos, porque me dieron la libertad de hacer lo que quisiera, aunque creo que nunca fueron al lugar pero obviamente sabían lo que ocurría ahí… Ellos son los verdaderos héroes de esta historia, porque siempre nos apoyaron… O sea, hasta el equipo de sonido que usábamos al principio era de ellos… La verdad es que fuimos súper privilegia­dos por todo eso”.

En cuanto a Danny, tenía fama de ser un tipo cordial y hasta amistoso, que incluso le grababa cassettes a la gente que le pedía que le compartier­a la música que ponía en el bar, aunque también se enojaba si le pedían que pulsera bandas de rock que estaban sonando en la radio, como Guns N’ Roses.

Recuerda que al principio ponía algunas canciones de Mano Negra, pero que llegó un momento en que todos los días le pedían que pusiera la misma canción del grupo, por lo que un día tomó el disco y lo rompió enfrente de todos, para que vieran que ya no iba a poner más esa canción.

“Al principio era un shock llegar a ver a Brisa y Danny, pero luego te decían que ella era hija de Carmela y Rafael y entonces era más sorprenden­te, ya no podías dejar de verlos con esos looks”, dice Laura.

- Sí, ¿cómo salíamos a la calle así? pregunta Brisa.

- Claro. Si lo ves a la distancia… completa Danny.

- Pero no consumíamo­s ningún tipo de droga, y luego la gente tampoco nos lo creía, pero yo creo que justo por eso es que pudimos mantener el lugar.

Para Laura, era precisamen­te esa imagen imponente de Brisa y Danny la que hacía que nadie se atreviera a pasarse de la raya ni a hacer algún destrozo dentro del lugar:

“Era como una cuestión de respeto a ese ambiente que ellos habían creado, porque no había mala onda y nadie te juzgaba en la entrada, ni nada; era un respeto absoluto, de verdad… Y eso para mí es lo más valioso”.

EL RESPETO HACIA ELLAS

Laura destaca que una de las cosas que más recuerda con cariño del Tutti, es que había un respeto hacia las mujeres que asistían:

“En aquella época tú como mujer ibas a otros lados y te torteaban, a mí me pasó en el Lucc -otro de los antros icónicos de la movida alternativ­a de la capital-; cada vez que iba me pasaban la báscula y salía violentada físicament­e, y en aquel tiempo nos aguantábam­os porque no sabíamos que era un delito, pero en el Tutti, nadie lo hacía, es más, ni te tiraban la onda, ahí estábamos metidos gente de todas las clases sociales, que incluso hasta se metían cosas y la gente ni te veía feo, no se armaban desmadres… La verdad es que el Tutti fue como la representa­ción de una utopía, ¿me entiendes? Algo que nunca más se ha vuelto a ver”.

“¿Pero no fue intenciona­l, eh? -responde Brisa- Quiero decir que nada de lo que ocurrió ahí fue intenciona­l, ni planeado… Es más, ni siquiera lo veíamos como un negocio potencial, porque sólo éramos un par de lelos de 18 y 21 años que dijimos: Vamos a poner la música que queremos y a invitar a nuestros cuates y pues les cobramos las chelas y ya… No había la pretensión de romper paradigmas, ni de nada por el estilo, supongo que simplement­e pasa que a veces, cuando las cosas se hacen con cierta inocencia pues son las que salen más chido, ¿no?”

El documental Tutti Frutti: El Templo

del Undergroun­d se proyecta este viernes 20 de octubre a las 19:00 horas en la Cineteca Nacional y después de su recorrido con DOCS MX se estrenará en plataforma­s de streaming.

“Nada de lo que ocurrió ahí fue intenciona­l, ni planeado… No había una pretensión de romper paradigmas, ni nada por el estilo. Supongo que cuando las cosas se hacen con cierta inocencia es cuando salen más chidas”

BRISA VÁZQUEZ

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De izq a der. Brisa Vázquez, Laura Aponte y Danny Yerna

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