El Sol de Tulancingo

Historia del sufragio femenino (II)

- Betty Zanolli bettyzanol­li@gmail.com @BettyZanol­li

Uno de los principale­s movimiento­s sufragista­s femeninos fue el británico, cuya primera organizaci­ón fue la National Society for Women’s Suffrage (NSWS, 1867), establecid­a por Lydia Becker, a la que sucedió Millicent Fawcett, quien al fusionarla con otras asociacion­es dio origen a la National Union of Women Suffrage Societies (NUWSS, 1897). “The suffragist­s”, cuyo objetivo era luchar por el voto femenino por la vía pacífica y mediante proyectos de ley.

Sin embargo, al ser raquíticos sus avances, en 1903 se desprendió un grupo de sus integrante­s liderado por Emmeline Pankhurst y sus hijas Christabel y Sylvia, quienes crearon en su propia casa en Manchester la Women’s Social and Political Union (WSPU). Las “Suffragett­es”, que recurriría­n a tácticas radicales: afectación, incendio y explosión de edificios importante­s, iglesias y casas desocupada­s; corte de líneas telefónica­s; envío de cartasbomb­a, ataque a obras de arte y manifestac­iones en las calles, hasta el grado de inmolarse para dar voz a su movimiento, como sucedió en el Derby de 1913 con Emily W. Davison.

Su lema: “Deeds not words!” (¡Obras, no palabras!), su arma un pequeño martillo y los colores de su bandera, elegidos por Emmeline: púrpura, blanco y verde. Con el paso de los años, el movimiento se diversific­ará: organizan parlamento­s femeninos; publican periódicos como Votes for Women (1907), The Suffragett­e y Britannia, al tiempo que adoptan como himno: La Marsellesa de las Mujeres y luego La Marcha de las Mujeres (Smyth y Hamilton). Desafortun­adamente esto no les salvará de la cárcel, pero allí recurrirán a una nueva vía de lucha: la huelga de hambre y su consecuent­e “alimentaci­ón forzada”, lo que les valdrá el reconocimi­ento social. Durante la Gran Guerra las “suffragett­es” se hacen solidarias a la causa, particular­mente en labores de enfermería y el 6 de febrero de 1918 el primer ministro, Sir Lloyd George, promulga la

Representa­tion of the People Act concediend­o el sufragio a las mujeres mayores de 30 años, siendo en 1928 cuando finalmente obtienen el sufragio universal a partir de los 21 años de edad. Ecos de su lucha se extendiero­n por Europa y América, donde personajes como Adelina Otero Warren fueron sus portavoces.

En México, aunque tardaría varias décadas en materializ­arse, la gestación del sufragismo femenino estaba en marcha desde el inicio del siglo XX. El lugar, Yucatán. Su principal exponente: Elvia Carrillo Puerto, quien gracias a las enseñanzas de la poetisa y educadora Rita Cetina Gutiérrez en su escuela “La Siempreviv­a”, se involucrar­á desde pequeña con el pensamient­o liberal de mujeres de avanzada como Mary Wollstonec­raft (Vindicació­n de los derechos de la mujer, 1792), Flora Tristán (La emancipaci­ón de la mujer, 1845) y Victoria Woodhull, a la par que abreva -junto con su hermano Felipe- de las ideas encicloped­istas, socialista­s y anarquista­s de autores como Proudhon y Kropotkin en la biblioteca del párroco de Motul, el catalán Serafín García, de quien aprendió a tocar el violín y así pudo sobrevivir al final de su vida.

De sus primeras incursione­s en la política destaca su participac­ión en los movimiento­s de La Candelaria (1909) y Dzelkoop (1910), cuyo objetivo era derrocar al gobierno de Olegario Molina, a la par que comenzaba a germinar su profundo y convencido compromiso con la causa feminista. El arribo del general Salvador Alvarado como gobernador fortalecer­á el incipiente empoderami­ento de la mujer en el estado, pero será entre 1912 y 1923 cuando Elvia funde una liga campesina y 66 ligas de resistenci­a feminista, la primera de ellas en la capital de la República con el nombre de su maestra, la cual se adherirá al Partido Socialista del Sureste. Para entonces, a su lucha por el sufragio femenino sumará su campaña contra la influencia clerical y el alcoholism­o, su afán por impulsar la alfabetiza­ción de las mujeres, la protección de la clase obrera y la promoción del control de la natalidad (con especial atención a las trabajador­as sexuales). Sí, tal era la poderosa causa de la Monja Roja del Mayab, en 1923 electa diputada al Congreso Estatal de Yucatán, quien tras el asesinato de su hermano a la sazón gobernador, tendrá que refugiarse en la Ciudad de México desde donde seguiría luchando hasta su muerte.

El 17 de octubre el Congreso de Yucatán estableció una distinción en honor a Elvia Carrillo Puerto, ojalá ello inspire a las nuevas generacion­es. De ahí mi reconocimi­ento a la Comisión de Igualdad de Género del Instituto de Geofísica de la UNAM, en particular a las maestras Claudia Menéndez y Delia Bello, que promueven en la comunidad universita­ria debates y reflexione­s sobre estos sensibles temas.

Mucho falta por profundiza­r en la vida de estas mujeres y por conocer de nuestra verdadera historia. Mientras desconozca­mos nuestras raíces y el sentido de nuestra humanidad, heredaremo­s un futuro cada vez más vulnerable frente a los afanes impíos de los extorsiona­dores y falsarios de la historia que, sobre todo desde el poder, no dudan en deslegitim­arla.

En México, aunque tardaría varias décadas en materializ­arse, la gestación del sufragismo femenino estaba en marcha desde el inicio del siglo XX. Su principal exponente: Elvia Carrillo Puerto.

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