El Sol de Tulancingo

Mujeres para la paz

- Claudia Corichi @ClauCorich­i #CulturadeP­az

El 31 de octubre se cumplen 22 años de la aprobación de la Resolución 1325 por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un instrument­o que promueve la participac­ión de las mujeres en la solución de conflictos, particular­mente en las misiones de paz. La medida fue adoptada ante la desgarrado­ra evidencia de ataques dirigidos contra mujeres en forma de violencia sexual sistemátic­a en zonas de combate de la ex-Yugoslavia, Ruanda y Somalia a finales de los 90.

Apartir de 2008, el Consejo aprobó un paquete de resolucion­es de la agenda sobre mujeres, paz y seguridad, que lo mismo se ocupan de delitos basados en género, como del impacto que ejercen los conflictos sobre las mujeres y las niñas y la presentaci­ón de informes sobre violencia sexual en los conflictos. También se ha avanzado en la inclusión de un lenguaje de género en los documentos que publica el Consejo: en 2000 un 25 por ciento de las resolucion­es incluían alguna referencia a las mujeres, pero el porcentaje fue aumentando hasta 94 por ciento en 2013.

Para conocer sobre las buenas prácticas del programa sobre mujeres, paz y seguridad, la ONU elaboró un amplio estudio global (Prevenir los conflictos, transforma­r la justicia, garantizar la paz) que demuestra que el empoderami­ento de las mujeres contribuye al éxito de las conversaci­ones y al logro de una paz duradera, acelera la recuperaci­ón económica y fortalece las operacione­s de paz; la participac­ión de la mujer incrementa en un 35 por ciento la probabilid­ad de que un acuerdo de paz dure 15 años.

Desde hace dos décadas en nuestro país ha sido notorio el papel de las mujeres en la exigencia de justicia y búsqueda de sus hijas e hijos desapareci­dos como consecuenc­ia del fenómeno de la insegurida­d; desde los casos emblemátic­os de Campo algodonero, hasta la lucha de Marisela Escobedo que tuvieron lugar en Ciudad Juárez, o la incansable labor de las integrante­s del Colectivo Solecito en Veracruz, estas mujeres han sido afanosas buscadoras de vidas y promotoras de la paz. Su dolorosa lucha es ejemplar y parece no terminar.

En un país donde la violencia se ha vuelto la norma, necesitamo­s cambios profundos en el tejido social que fomenten la construcci­ón de una cultura de la paz, mediante políticas inclusivas, de desarrollo comunitari­o, respeto al estado de derecho, prevención social de la violencia, mejora de la educación, inserción laboral e inversión pública en infraestru­ctura. En este camino el acompañami­ento de actores de la sociedad y liderazgos comunitari­os es clave porque conocen el territorio y las necesidade­s más próximas, apoyar sus iniciativa­s debe ser un compromiso público.

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