El Sol de Tulancingo

El homicidio y la víctima

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor Emérito de la UNAM Premio Universida­d Nacional @RaulCarran­ca www.facebook.com/despacho raulcarran­ca

Yo parto aquí de la premisa de que incurre en el delito de homicidio quien priva de la vida a otro, en los términos del Código Penal Federal de evidente influencia en los códigos penales de toda la República. Otro es el sujeto pasivo, o sea, cualquier persona física o moral, ya se trate de hombre o mujer, individuo joven o viejo exceptuand­o que la ley disponga expresamen­te otra cosa.

En realidad y siendo el tipo de homicidio muy amplio y que abarca diferentes modalidade­s, habría que analizar al sujeto pasivo. Me explico. Como en el caso se trata de la vida de tal sujeto, de la vida humana, se impone aquí ver la que llamo vida social cósmica, es decir, la vida desde la perspectiv­a planetaria. Me refiero a que somos apenas un punto en medio de un universo infinito. Pero somos, estamos allí, lo que obliga a pensar y afirmar que no debemos omitir ese hecho.

En este sentido somos cósmicos y sociales con una peculiarid­ad, a saber, que por nuestra ubicación cósmica o planetaria no debemos fragmentar el mundo en que vivimos y convivimos. Por lo tanto ello implica que el mundo entero es una unidad en que las fronteras no tienen razón de ser. La consecuenc­ia es que debemos buscar la fórmula para que las fronteras abran paso a una realidad social y cósmica de nuestro planeta.

El nuevo hombre no debe pregonar que es de tal o cual lugar del mundo sino del mundo. Al efecto las sociedades que son parciales se han de volver universale­s creando así una conciencia global. Para lograr lo anterior se necesita tener una sola cultura, lo que parece imposible. Pero no lo es porque las distintas culturas persiguen algo común a todas ellas, y así como en éstas hay un propósito igual que se expresa por medio de diferentes modalidade­s, lo que por ejemplo pasa en la poesía, ese modo de ser va definiendo un carácter humano, único, específico, propio del planeta. Lo que llevaría a decir que hay una cultura humana que se ramifica, distribuye o dispersa en distintas áreas del quehacer humano como por ejemplo la política. El resultado de ello es que tendríamos al hombre social planetario.

El nuevo hombre no debe pregonar que es de tal o cual lugar del mundo sino del mundo. Al efecto las sociedades que son parciales se han de volver universale­s creando así una conciencia global. Para lograrlo se necesita tener una sola cultura, lo que parece imposible. Pero no lo es porque las distintas culturas persiguen algo común a todas ellas, y así como en éstas hay un propósito igual que se expresa por medio de diferentes modalidade­s, lo que por ejemplo pasa en la poesía, ese modo de ser va definiendo un carácter humano, único, específico, propio del planeta. Lo que llevaría a decir que hay una cultura humana que se ramifica, distribuye o dispersa en distintas áreas del quehacer humano como por ejemplo la política.

No falta quien pueda decir que ese es un mundo utópico, olvidando que las grandes realidades son sueños hechos realidad. Y en cuanto a la violencia, al odio, al crimen y a la guerra irían perdiendo terreno en un mundo unitario. Soñar no cuesta nada, le decía Goethe a Eckermann, convencido de que los grandes soñadores están más despiertos que los dormidos que no sueñan nada. Veo un planeta gravitando en un universo infinito que nosotros mismos limitamos al no soñar, dividido y hundido en la parcialida­d por los hombres. La pregunta es si despertará algún día.

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