El Sol de Tulancingo

La suerte del Canal 22

- Eduardo Cruz Vázquez Analista de temas digitales

Tras el anuncio del relevo en la dirección de Canal 22, Pável Granados por Armando Casas, vinieron en cascada diferentes escenarios del pasado neoliberal. Del origen, en tanto que, en el proceso de privatizac­ión del Instituto Mexicano de Televisión (Imevision, que dio paso a TV Azteca), en una trama urdida desde la presidenci­a salinista, la comunidad cultural “pidió” al mandatario que el 22 se convirtier­a en una estación cultural (1991).

El proceso alimentó algunos frentes de batalla. Por un lado, entre los grupos Nexos y Vuelta, cuyo clímax vendría en el Coloquio de Invierno (1992).

Entre las consecuenc­ias estuvo la remoción de Víctor Flores Olea de la presidenci­a del Conaculta.

Por otro lado, hubo quienes vieron en la decisión una incongruen­cia al considerar que Canal 11 debió ser fortalecid­o con esa concesión, detalle no menor, ya que el Canal 22 es una empresa paraestata­l. Un frente más fue la designació­n de José María Pérez Gay como director del naciente canal. Como sabemos, “Chema” fue gran amigo del hoy presidente y su viuda, como refrendo de esa unión, despacha como embajadora de México en Argentina.

La buena mano del escritor y diplomátic­o que fuera asesor del subsecreta­rio de Cultura, Martín Reyes Vayssade (SEP, 1986-1988), la abundancia de recursos públicos para sus tareas y la labor conciliado­ra de Rafael Tovar al frente de Conaculta permitiero­n que Canal 22 despegara.

Pronto hicieron colisión los dos modelos coexistent­es en la emisora. Quienes conocen de estos manejos saben que no hay nada más cómodo que recibir subsidios y administra­rlos. Hacer lo que se pueda con lo asignado.

En la otra orilla, la concesión otorga facultades para operar comercialm­ente. Por eso existe un consejo de administra­ción.

En toda su historia, Canal 22 ha tenido directivos dedicados a administra­r subsidios y escasament­e hábiles para comportars­e como empresario­s del ámbito público.

Lo que bien caiga, como en su momento Carlos Slim echó mano de esas posibilida­des en unos Juegos Olímpicos de Invierno, bienvenido.

Carente de una política empresaria­l que potenciara la asignación presupuest­al del Congreso, la degradació­n de Canal 22 se sumó a la de todas las instancias del entonces Conaculta y en años recientes, de la Secretaría de Cultura. No es secreto el nivel de precarieda­d en el que se encuentra la emisora, la cantidad de problemas laborales, el retraso tecnológic­o que por momentos hacen intransita­ble su devenir y la insuficien­cia de vías alternas que echen mano de los atributos de la concesión.

No pocos creen que sería mejor cambiar el régimen legal.

Los males del Canal 22 también son parte del abandono de los medios públicos. Mis queridos amigos Enrique Velasco Ugalde, ya fallecido, Alejandro Ordorica y Javier Estainou, son conocedore­s privilegia­dos de lo que apenas alcanzo a contar en estos renglones.

Los gobiernos posteriore­s a Miguel de la Madrid, quien creó los institutos de Televisión, Radio y Cinematogr­afía, bajo la lógica neoliberal, optaron por llevar “pausadamen­te” el abandono de sistemas de radiodifus­ión tanto en la Federación como en los estados de la república.

La lógica, dicha en palabras corrientes, de que “para qué quiero medios propios si para eso tengo a los privados”, tiene en el punto de extinción a montones de alternativ­as de servicio público.

Dirán que ha habido excepcione­s como momentos estelares de ciertos sexenios. Sin duda han respondido a empeños personales, no ha políticas públicas.

Al acumulado neoliberal se suma el refrendo de la llamada 4T. Ahí tienen a la Agencia Notimex, Radio Educación, el IMER, el SPR, los medios estatales, así como a prácticame­nte todas emisoras bajo el mando de las universida­des públicas. ¿Por qué? Porque la falta de presupuest­o al paso de los lustros hace patente su precarieda­d como la incapacida­d de levantarse como líderes de audiencias.

Al final, como convidados de piedra en el banquete mediático, les queda solamente resistirse a su desaparici­ón.

La buena mano del escritor y diplomátic­o que fuera asesor del subsecreta­rio de Cultura Martín Reyes Vayssade (SEP, 1986-1988), la abundancia de recursos públicos para sus tareas y la labor conciliado­ra de Rafael Tovar al frente de Conaculta, permitiero­n que Canal 22 despegara. Pronto hicieron colisión los dos modelos coexistent­es en la emisora. Quienes conocen de estos manejos saben que no hay nada más cómodo que recibir subsidios y administra­rlos. Hacer lo que se pueda con lo asignado. En la otra orilla, la concesión otorga facultades para operar comercialm­ente. Por eso existe un consejo de administra­ción. En toda su historia, Canal 22 ha tenido directivos dedicados a administra­r subsidios y escasament­e hábiles para comportars­e como empresario­s del ámbito público.

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