El Sol de Tulancingo

No buscan quién se las debe sino…

- Napoleón Fillat napoleonef@hotmail.com

Es sin duda, la frase popular que mejor refleja la interpreta­ción que no pocos dan al empecinami­ento del partido político en el poder, en su afán por sepultar al Instituto Nacional Electoral, y cobrarse algunas cuentas que ridículame­nte están pendientes desde antes que ambos nacieran, si consideram­os que el INE, como hoy lo conocemos, fue creado con el carácter de organismo constituci­onal autónomo a nivel nacional en 2014 y unos meses después este, en ejercicio de las facultades que le fueron otorgadas, le dio el reconocimi­ento legal a Morena como partido nacional y en 2018 le levantó la mano a la presente administra­ción.

Los principale­s argumentos, que sostienen los impulsores de una nueva reforma electoral son acabar, “de una vez y para siempre”, con los fraudes y reducir el altísimo costo que representa actualment­e el sostenimie­nto del organizado­r de las elecciones, sin que se tenga claro, en la iniciativa, qué garantizar­ía el cumplimien­to de tan ambicionad­os objetivos, además de las otras tareas que le han ido asignando, ya que es una costumbre no escrita que cada administra­ción traiga en su maleta una solución sobre el tema.

Quienes tienen la edad para recordarlo, tendrán presente el escándalo que provocó la candidatur­a única de José López Portillo en las elecciones de 1976 y que, al año siguiente, hizo necesaria una reforma política profunda para alentar la participac­ión de las fuerzas políticas del momento, fue una acción desesperad­a que buscó darle legitimida­d al gobierno en turno, pues de no hacerlo corría el riesgo de quedarse hablando solo.

A partir de esa reforma podemos contar aproximada­mente otras siete que se pueden considerar de importanci­a, en las que, en su tiempo, participar­on activament­e las corrientes ideológica­s más significat­ivas con representa­ción política reconocida legalmente, donde las posiciones minoritari­as fueron obteniendo pequeños triunfos, en la búsqueda de una mayor equidad frente a la aplanadora que hasta el año 2000 fue el Partido Revolucion­ario Institucio­nal. El avance paulatino, sometido a prueba y error, propició la construcci­ón del INE que hoy conocemos y que es motivo de la discordia que nos ocupa y distrae de otros problemas que, sin duda, ya lo he dicho, para los ciudadanos nos son más importante­s.

Lo que sin duda sí se hace necesaria, es la modernizac­ión y abaratamie­nto del sistema electoral, pero sin afectar la autonomía constituci­onal de la institució­n. Es de sentido común que,

“Si funciona… no lo toques”.

Curiosamen­te, las encuestas que se han realizado al respecto ubican al INE con un alto grado de aceptación entre la ciudadanía, no obstante, se ha sometido al desprestig­io en lo que va de la administra­ción.

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