No buscan quién se las debe sino…
Es sin duda, la frase popular que mejor refleja la interpretación que no pocos dan al empecinamiento del partido político en el poder, en su afán por sepultar al Instituto Nacional Electoral, y cobrarse algunas cuentas que ridículamente están pendientes desde antes que ambos nacieran, si consideramos que el INE, como hoy lo conocemos, fue creado con el carácter de organismo constitucional autónomo a nivel nacional en 2014 y unos meses después este, en ejercicio de las facultades que le fueron otorgadas, le dio el reconocimiento legal a Morena como partido nacional y en 2018 le levantó la mano a la presente administración.
Los principales argumentos, que sostienen los impulsores de una nueva reforma electoral son acabar, “de una vez y para siempre”, con los fraudes y reducir el altísimo costo que representa actualmente el sostenimiento del organizador de las elecciones, sin que se tenga claro, en la iniciativa, qué garantizaría el cumplimiento de tan ambicionados objetivos, además de las otras tareas que le han ido asignando, ya que es una costumbre no escrita que cada administración traiga en su maleta una solución sobre el tema.
Quienes tienen la edad para recordarlo, tendrán presente el escándalo que provocó la candidatura única de José López Portillo en las elecciones de 1976 y que, al año siguiente, hizo necesaria una reforma política profunda para alentar la participación de las fuerzas políticas del momento, fue una acción desesperada que buscó darle legitimidad al gobierno en turno, pues de no hacerlo corría el riesgo de quedarse hablando solo.
A partir de esa reforma podemos contar aproximadamente otras siete que se pueden considerar de importancia, en las que, en su tiempo, participaron activamente las corrientes ideológicas más significativas con representación política reconocida legalmente, donde las posiciones minoritarias fueron obteniendo pequeños triunfos, en la búsqueda de una mayor equidad frente a la aplanadora que hasta el año 2000 fue el Partido Revolucionario Institucional. El avance paulatino, sometido a prueba y error, propició la construcción del INE que hoy conocemos y que es motivo de la discordia que nos ocupa y distrae de otros problemas que, sin duda, ya lo he dicho, para los ciudadanos nos son más importantes.
Lo que sin duda sí se hace necesaria, es la modernización y abaratamiento del sistema electoral, pero sin afectar la autonomía constitucional de la institución. Es de sentido común que,
“Si funciona… no lo toques”.
Curiosamente, las encuestas que se han realizado al respecto ubican al INE con un alto grado de aceptación entre la ciudadanía, no obstante, se ha sometido al desprestigio en lo que va de la administración.