El mito de la igualdad: nuestros cuerpos
En la edición anterior de esta columna reflexionamos sobre cómo la narrativa de la igualdad favorece la fomentación de cualidades tradicionalmente masculinas como parte del discurso de empoderamiento femenino, pero en él no se promueven de la misma manera
Esta manera de pensar impacta directamente la manera en la que vemos y entendemos el funcionamiento de los cuerpos femeninos. Cuanto más sigamos pensando que la igualdad significa hacer que las mujeres se desempeñen como lo haría un hombre en lugar de aceptar el funcionamiento natural de los cuerpos de las mujeres y no castigarlas por ello, entonces nuestro feminismo premiará a las mujeres que se comporten de una manera que se asemeje a lo que se entiende por hombre, en lugar de no discriminar lo que la experiencia femenina encarna como un todo.
Algunas de las experiencias a las que me refiero principalmente son la menstruación, el embarazo, el post parto y la menopausia (experiencias por las que los hombres nunca pasan). La igualdad no es solo dar a las mujeres acceso a las mismas oportunidades que a los hombres. También significa darles a las mujeres los recursos para seguir funcionando y avanzando en su carrera cuando sus cuerpos, como consecuencia de su funcionamiento normal, no les permiten desempeñar ciertas actividades de la misma manera. Países como España han propuesto iniciativas de licencia menstrual remunerada a las trabajadoras cuando sufran de dolores menstruales, en la que el seguro social se encargará directamente de financiar estos días y no el empleador. Incluso sin el apoyo del gobierno, muchas empresas en el mundo están siguiendo los pasos de ofrecer a sus trabajadoras licencia menstrual y licencias de maternidad extendida.
Los dolores menstruales pueden ir desde ligeros hasta severos. En el caso de ser severos pueden volverse incapacitantes, impidiendo realizar actividades básicas del día a día como caminar, sentarse, entre otros. Cuando los cólicos menstruales llegan a ser así de severos pueden ser causados por enfermedades como la endometriosis, que ocurre cuando el tejido similar al que recubre el útero crece en otras áreas, generalmente dentro de la pelvis, como las trompas de Falopio y los ovarios. Uno de los síntomas más comunes son los cólicos menstruales intensos. Se estima que 10 por ciento de las mujeres en el mundo la padecen, sin embargo se estima que existen también millones de casos con un diagnóstico formal. Es una enfermedad crónica y hereditaria. La edad promedio en el diagnóstico se encuentra entre los 25 y 30 años.
La endometriosis es una enfermedad poco hablada, pero no poco común. Se estima que alrededor de 6 en cada 10 casos permanecen sin ser diagnosticados, y parte de la razón detrás de ello es que hemos normalizado los síntomas que ocasiona. Y no solo hemos hecho eso como también no hemos facilitado las conversaciones abiertas y sinceras acerca de la menstruación. Esto ocasiona, entre otras cosas, que las mujeres puedan vivir décadas con una enfermedad sin siquiera saber que lo que les sucede no es normal. Y lo que es peor, teniendo que fingir, repetidamente, que están bien.
El dolor menstrual no es normal, pero es real. No creer en ese dolor es lo mismo que no creer en las víctimas de agresión sexual: una narrativa que culpa a la víctima en lugar de ayudarla. Así que es importante empezar a tener estas conversaciones para entender y tratar mejor este tipo de padecimientos cuando se presentan. Ser mujer —y las consideraciones que implica y requiere— no implica ser débil. Solo implica ser mujer.
La igualdad no es solo dar a las mujeres acceso a las mismas oportunidades que a los hombres. También significa darles los recursos para funcionar y avanzar en su carrera cuando su cuerpo, por su fisiología, no les permite hacer ciertas actividades.