La puntilla para nuestra democracia
En la edición 2021 del Índice de Democracia que publica desde 2006 The Economist Intelligence Unit, México fue degradado del rango de democracia fallida al de régimen híbrido, en el sitio 86 de 165 estados y dos territorios, con 5.57 puntos de 10. De pros
Sobre la corrupción y la debilidad del Estado de derecho, características de un régimen híbrido en la taxonomía de The Economist, podemos referir a lo que ve World Justice Project (WJP) sobre nuestro país en el informe anual que acaba de publicar. Por cuarto año consecutivo, retrocedimos en su Índice Global de Estado de Derecho, en el lugar 115 de 140 países evaluados. Su síntesis de lo que va mal: “Entre sus tendencias más importantes está el deterioro del factor que mide el orden y seguridad. También, se observan las tendencias globales del deterioro del sistema de justicia civil y el debilitamiento de los contrapesos no gubernamentales como la sociedad civil y la prensa. A esto se suma un estancamiento en materia anticorrupción”.
En su informe más reciente de México, Artículo 19, organización internacional de defensa del derecho humano a la libertad de expresión, denuncia la negación de las problemáticas de derechos humanos desde el discurso público, desinformación oficial, estigmatización de la prensa y violencia contra periodistas, a los que no se ha protegido. México ha sido el país con más reporteros asesinados.
El resumen sobre México del reporte anual de Amnistía Internacional comienza señalando las reiteradas declaraciones gubernamentales para atacar a instancias de la sociedad civil, medios de comunicación, defensores de derechos humanos, académicos y activistas contra la violencia de género.
Con este trasfondo, y de cara a las elecciones de 2024, pensemos en el destino de nuestra democracia si llegase a pasar una reforma electoral como la que impulsa el gobierno. Básicamente, porque, en esencia, implica desvirtuar al sostén más sólido con que contamos para su vigencia: un organizador y árbitro independiente y profesional capaz de realizar comicios creíbles, como lo ha sido y es el INE. Sería abrir las puertas a la regresión, a un modelo como el régimen de simulación democrática que trascendimos en el último cuarto del siglo XX. México no lo merece.
En esencia, implica desvirtuar al sostén más sólido con que contamos para su vigencia: un organizador y árbitro independiente y profesional capaz de realizar comicios creíbles, como lo ha sido y es el INE. Sería abrir las puertas a la regresión.