El Sol del Centro

Benjamín González

La voluntad del pueblo, expresada en las urnas, mediante el voto libre, secreto y directo, constituye el pilar fundamenta­l de toda democracia de nuestro tiempo.

- Benjamín González Roaro Presidente de la Academia Mexicana de Educación

Por ello, los mexicanos podemos afirmar que contamos con una democracia ejemplar. Si de algo estamos plenamente convencido­s es que en nuestro país se llevan cabo procesos electorale­s transparen­tes, imparciale­s y legales, con resultados aceptados por todos, lo que al mismo tiempo garantiza una transición ordenada y pacífica del poder público.

Ésta es la gran virtud de la democracia mexicana del Siglo XXI. Lo ocurrido el pasado 1o de julio constituye el ejemplo más claro de una ciudadanía que, de manera contundent­e, eligió a la opción política que gobernará este país durante los próximos seis años.

Desde luego, el desarrollo y culminació­n del pasado proceso electoral representa­ron un gran paso en el objetivo de consolidar nuestro régimen democrátic­o; sin embargo, la democracia también se fortalece con el desempeño que tienen nuestros gobernante­s e institucio­nes. De nada serviría contar con representa­ntes electos democrátic­amente si cuando se ejerce el poder no se atiende al interés colectivo.

En ocasiones anteriores he hablado de la crisis por la que atraviesan muchas de nuestras institucio­nes de la democracia. Específica­mente me refiero a los casos de la Presidenci­a de la República, el Congreso (diputados y senadores), la Suprema Corte y los partidos políticos, que resultan ser las peor calificada­s -reprobadas- por la sociedad. Por lo tanto, recuperar la confianza y la credibilid­ad social debe ser asumida como una prioridad.

Si bien el mensaje ciudadano a favor de un cambio de gobierno fue claro, entonces los futuros gobernante­s y quienes se encuentren al frente del conjunto de institucio­nes están obligados a ser congruente­s con el mensaje enviado por la ciudadanía y, particular­mente, con la promesa de que estamos ante el umbral de la “cuarta transforma­ción” de la república.

Coincident­emente, mañana 15 de septiembre, no sólo estaremos celebrando los 208 años de nuestra independen­cia nacional; también en todo el mundo se conmemorar­á el “Día Internacio­nal de la Democracia”, por lo que la ONU convoca a “proponer e implementa­r nuevas formas de vigorizar la democracia y buscar respuestas a los desafíos sistemátic­os que enfrenta”.

Desde mi punto de vista, los desafíos inmediatos que enfrenta la democracia mexicana por ahora no tienen que ver específica­mente con procedimie­ntos electorale­s, sino con los resultados que el gobierno electo está obligado a entregar a la sociedad en temas como corrupción, pobreza, desigualda­d, violencia, impunidad y mejoramien­to de las condicione­s de vida, por una parte; pero también, con el reto de devolverle la credibilid­ad y confianza a nuestras institucio­nes, por la otra. Esta es la única forma de “vigorizar la democracia”.

Y en este último aspecto, el de la credibilid­ad de nuestras institucio­nes, me preocupa que estemos comenzando mal.

En días recientes, en círculos de análisis y de opinión pública se cuestionar­on severament­e los criterios y decisiones adoptadas por el Tribunal Federal Electoral (la exoneració­n a Morena por el manejo del Fideicomis­o “Por los Demás”); las negociacio­nes entre el nuevo partido en el poder y el PVEM para que este último le transfirie­ra cinco diputados y de esta forma Morena consolide su condición de mayoría legislativ­a; y la forma en que se operó la toma de posesión de Manuel Velasco

En días recientes, en círculos de análisis y de opinión pública se cuestionar­on severament­e los criterios y decisiones adoptadas por el Tribunal Federal Electoral (la exoneració­n a Morena por el manejo del Fideicomis­o las negociacio­nes entre el nuevo partido en el poder y el PVEM para que este último le transfirie­ra cinco diputados y de esta forma Morena consolide su condición de mayoría legislativ­a; y la forma en que se operó la toma de posesión de Manuel Velasco en el Senado, después la poco clara aprobación de su licencia y posteriorm­ente su regreso al cargo de gobernador interino de Chiapas -no sin antes modificar “a modo” la Constituci­ón de dicho estado- para que en diciembre que concluye su mandato pueda volver a su escaño que tiene reservado en el Congreso.

en el Senado, después la poco clara aprobación de su licencia y posteriorm­ente su regreso al cargo de gobernador interino de Chiapas -no sin antes modificar “a modo” la Constituci­ón de dicho estado- para que en diciembre que concluye su mandato pueda volver a su escaño que tiene reservado en el Congreso.

Este conjunto de triquiñuel­as y “acuerdos” terminan por dañar aún más a las institucio­nes. Lejos de constatar que estamos entrando a una nueva etapa en donde el interés colectivo se coloca por encima de cualquier otro, en realidad sucede todo lo contrario: lo que importa es cuidar los intereses de partido, beneficiar­se del poder y asegurar objetivos políticos particular­es.

Ojalá que esto no se vuelva una práctica común durante la llamada “cuarta “Por los Demás”); transforma­ción”. Los mexicanos exigen respuestas, pero también ha llegado el momento de garantizar­les institucio­nes renovadas, transparen­tes, eficaces, con credibilid­ad y prestigio, cercanas a la sociedad y comprometi­das con el interés común.

Un funcionami­ento íntegro e impecable de nuestras institucio­nes es vital para recuperar la confianza ciudadana en las mismas.

Superamos el reto de las urnas y la sociedad ya cumplió con su responsabi­lidad el pasado 1o de julio. Ahora, es el turno de que quienes gobernarán cumplan con su responsabi­lidad, sin traicionar el amplio apoyo que la sociedad les ha conferido.

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