Linchamientos, estigma y realidad
En Canoa quieren eliminar su imagen de "asesinos"; los descendientes desconocen qué pasó; abuelos no les cuentan
PUEBLA, Pue.- Cincuenta años de una masacre quieren ser olvidados. Los ancianos no quieren evocar, los adultos afirman que no son "asesinos" y los jóvenes ignoran su historia, pues sus abuelos no la cuentan, aunque por su curiosidad alguna vez han visto la película Canoa, del cineasta mexicano Felipe Cazals. En la conmemoración número 50 del primer linchamiento de Puebla, en la comunidad de San Miguel Canoa, hay opiniones encontradas entre los habitantes sobre conservar la vida de quienes son juzgados por “ser buenos o malos”.
Además, en la junta auxiliar de la capital se mantiene vigente la justicia por propia mano. En marzo, Pascual N, un conocido ladrón apodado El Recio, fue quema- do vivo en la plaza pública de este lugar después de ser señalado de haber cometido un robo. Mientras, a nivel estatal se tienen registrados hasta 16 casos.
LA OTRA HISTORIA
A 50 años de lo sucedido nadie quiere recordar lo que pasó en 1968, refiere el alcalde auxiliar de San Miguel Canoa, Raúl Pérez Velázquez quien reconoce que ha sido difícil borrar la imagen de que son "asesinos”.
Pero la otra historia, la que nunca ha sido contada, indica que cuatro trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) irrumpieron una comunidad arraigada en sus usos y costumbres para burlarse de su idioma, además de no pagar una cuenta de una tienda la que consumieron. Luego de la llegada de los jóvenes a una de las tiendas locales de la región y que se fueron sin pagar, no pararon los rumores en la población sobre que eran “comunistas”, palabra que desconocían, pero que relacionaban con “el diablo” o “Satanás”, pues era parte del discurso religioso que recibían del sacerdote Enrique Meza.
Y aunque muchas personas juzgan y responsabilizan al sacerdote de la muerte de dos de los exploradores de La Malinche de la casa de estudios, Pérez insiste en que es inocente: ya había un rumor regado que nadie podía detener. Sin embargo, minutos después repara: sí pudo darles alojo y evitar su muerte.
La noche del 14 de septiembre resona-
ron las campanas de la iglesia de San Miguel Canoa junto con un grito a través de altavoces locales: “¡Ya llegaron los ladrones! Los rateros nos van a quitar las tierras, los animales”.
Nadie en la población quiere decir quién fue testigo. Los habitantes señalan que los responsables ya murieron o se fueron a vivir a otro lugar, y de los presos desconocen el número o sus nombres.
JUZGAN INJUSTAMENTE
No todos los habitantes de San Miguel Canoa son malos y han sido juzgados injustamente, agrega Raúl Pérez, quien es amigo cercano a los principales mayordomos, personas de la tercera edad de la comunidad que tienen gran poder en la iglesia.
“Nos dicen que les da miedo llegar al pueblo, es la peor mentira. Canoa no es el peor pueblo, la gente siempre ha sido buena. Han convertido a la comunidad como algo muy malo. El 68 no es sólo la forma en cómo murieron trabajadores de la BUAP”, dijo.
AJUSTES DE CUENTAS SIGUEN
En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por propia mano, golpes y linchamientos continúa.
En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridades policíacas para encarcelarlo.
Mientras, en marzo, la historia de Pascual N o El Recio se conoció a nivel nacional por la fama del poblado; fue golpeado salvajemente y para rematar lo rociaron de gasolina y le prendieron fuego. A pesar de que fue rescatado por policías y paramédicos y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.
A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública del estado, que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 16 linchamientos en 10 hechos distintos en la entidad; sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.