Roberto Medrano
El día de ayer, celebramos el 208 aniversario del inicio del movimiento social que concluyó el 27 de septiembre de 1821 con la declaratoria del inicio de nuestro país, México, como una nación independiente en el contexto internacional.
Desde ese día en el que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, desde un balcón de la iglesia de Dolores Hidalgo convocó a la población civil a la media noche del 15 de septiembre de 1810 a tomar las armas para buscar de inicio, la dignificación de la calidad de vida de los habitantes en aquellos días del reino de Nueva España, para luego convertirse en un movimiento libertario total de la corona española, hasta hoy 2018. Nuestro país, desde entonces, ha pasado por un proceso largo, doloroso, no exento de múltiples intentos de convertirlo en botín de diversos grupos de interes de diverso origen, tanto nacionales como extranjeros, precisamente a partir de lo vulnerable que puede resultar una población que está pretendiendo buscar un lugar en el contexto internacional como una nación independiente, autodeterminada, sin injerencia en sus decisiones que la voluntad emanada de su pueblo.
La verdad, a diferencia del año pasado, como pocas veces, las instituciones de nuestro país, aquellas que se han forjado a lo largo de esos más de 200 años, estuvieron a prueba ante el embate de grupos de interes de todo origen, tanto nacional como internacional, para procurar el control de lo que hoy se ha convertido en una nación importante en el contexto internacional, una nación que si bien es cierto, todavía le falta mucho para poder ostentarse como una de verdad autónoma en su totalidad, sobre todo porque ahora en el contexto internacional, también ha cambiado la forma en que se da el imperialismo, ya que ahora ya casi no se ve como el avasallamiento militar de una nación sobre otra, sino que ahora a través de una accion transversal, sin tener una nación como protagonista, grupos de poder económico de diferente origen nacional llamadas corporaciones, pretenden incidir en las decisiones intranacionales de los estados sin necesidad del uso de armas. Por lo mismo la conservación de la soberanía, sobre todo en una nación con tantas necesidades económicas como la nuestra, se vuelve especialmente difícil mantenerla. De ahí, la importancia de sus instituciones, más allá de los personajes que las dirigen, deben tener la solidez necesaria, para que se garantice que la decisión democrática de su población, no se vea coartada; y en esta ocasión, sin duda con creces ha pasado la prueba de fuego en este 2018.
Nuestras instituciones, encabezadas por la Presidencia de la Republica, resistiendo las presiones ya referidas, permitieron que fuera la voluntad popular la que se expresara y decidiera en uno de los rubros más importantes de nuestra vida nacional, la de quien habrá de encabezarlo y dirigirlo en los próximos años. Lo anterior, mas allá de la simpatía o antipatía que se sienta por quien resultó electo, nos debe hacer sentir orgullosos, ya que pocos países logran lo que nosotros en este año, incluso por encima de naciones que por decenios nos criticaron de antidemocráticos, ostentándose ellos como paradigmas de la misma, como lo son los mismos Estados Unidos, hoy mismo su pueblo, a dos años de la elección de su máximo dirigente, no están seguros de que su designación realmente sea el reflejo de su decisión, como lo podemos observar a partir de las investigaciones que todavía en este momento se deciden en las cortes de aquel país, en relación con la posibilidad de la injerencia de gobiernos extranjeros en su máxima decisión. Por eso, a diferencia de otros años, como pocas veces, con orgullo los mexicanos podemos legítimamente gritar este 16 de septiembre de 2018, ¡VIVA MEXICO!