El Sol del Centro

Mario César Macías

- Mario César Macías

Una tarde, viajó escoltado por varias camionetas blindadas y con hombres fuertement­e armados, preguntó porque tanta seguridad para trasladars­e en la sierra de Durango y le dijeron que podrían ser atacados por un grupo enemigo. Otro día, un avión privado lo llevó al aeropuerto de Toluca por petición de Los Pinos.

Es buscado por ricos y pobres, poderosos y humildes, autoridade­s y narcotrafi­cantes, personas que buscan en él eso que llaman don de sanación. Hace años me hablaron de él y de la cantidad de gente, sobre todo personas enfermas, que acudían en busca de ser sanados a través de la energía, de sus manos. Viajan cientos de kilómetros, cruzan estados y esperan por horas para que él los toque por al menos tres segundos.

Durante la comida recordamos esa parte del Evangelio, que me encanta, donde una mujer enferma toca la ropa de Jesús y ella queda sanada al instante, y Jesús pregunta quién lo tocó, pues sintió que salió energía de Él.

Me dice que ve las almas de las personas que ya murieron, algo del futuro de la gente, y entrega los mensajes de aquellos que están allá a los que estamos aquí. Es un vehículo, una especie de puente o canal entre los vivos y muertos.

Le admití que soy algo escéptico y sonrió. Me recomendó seguir siendo crítico.

La sanación no es siempre física, hay enfermedad­es muy avanzadas que no son curadas, pero sana la energía del enfermo, de las personas que tienen miedo de morir, llegamos desnudos y nos vamos de aquí sin nada. Aceptar que la vida corporal tiene un fin es parte de la sanación, es aceptación.

Los comensales reímos nerviosos en la mesa cuando nos mencionó que ese convoy de camionetas blindadas y hombres armados fueron enviados por un señor Guzmán, hoy preso en una cárcel de Nueva York.

Luego habló de su viaje urgente en avión privado a petición de los inquilinos de Los Pinos. Un día ayuda a unos y el otro también. Pero prefiere ayudar a los pobres, a los marginados en Brasil, a los enfermos en India, a los familiares de los desapareci­dos en México.

Hace unos meses canceló un taller de meditación en Lagos de Moreno, Jalisco, pues se hizo una campaña en su contra donde lo acusaban de charlatán. Optó por no acudir.

Medio le explique que esa es tierra de Cristeros, de personas que murieron defendiend­o su fe en Los Altos de Jalisco. Se sorprendió cuando le narré de los niños, que soldados mexicanos fusilaron por creer en Cristo.

Un joven llegó poco tarde a la comida. Apenas se sentó a la mesa recibió un mensaje de su papá, el hombre está bien, está acompañado de su hermano. El padre de esta persona falleció hace apenas unas semanas de cáncer y lo buscaron a él, a su don de sanación, pero llegó primero la muerte.

Palabras más palabras menos, le dijo que su papá está tranquilo, acompañado de su tío el cual murió años atrás, está en armonía y en paz. El joven se quedó mudo por algunos segundos, descansó.

Hicimos una breve entrevista. Cuando nos despedimos, desde la puerta que da del restaurant­e al jardín del Hotel Alameda, en esos pasillos donde me dijo que vio gente muerta caminando, se detuvo y me preguntó sobre mi libro, terminó diciéndome que siguiera escribiend­o, que haré un libro.

Debo admitir que fue mejor la charla durante la comida, que la entrevista a Rene Mey.

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