La OMC en la encrucijada
Una de
las primeras acciones de la administración Biden fue el retiro del absurdo veto que Estados Unidos le había impuesto a la candidatura de la doctora Ngozi Okonjo-Iweala a dirigir la Organización Mundial del Comercio. Esta economista experta en desarrollo internacional y finanzas, asumió las funciones el 1 de marzo de 2021, siendo la primera mujer en el puesto.
La nueva Directora General (DG) debe haber recibido con gran satisfacción la noticia de que el comercio internacional empezó a recuperarse a finales de 2020 y que ha continuado haciéndolo en los primeros meses de 2021. Debe haber sentido gran alivio que EU y la Unión Europea hayan acordado eliminar aranceles punitivos al comercio con valor de cerca de 14 mil millones de dólares, derivado de los subsidios ilegales que uno y otra otorgaban a la construcción de aeronaves comerciales. Quizás el hecho que más le debe haber regocijado –aunque, como política muy experimentada, nunca lo admitiría—es que tiene que lidiar con la administración Biden y no con la de su antecesor. Esto no quiere decir que la situación que enfrenta la OMC no sea extremadamente preocupante.
Debido al progreso tecnológico, la utilización de subsidios masivos y la aplicación de medidas proteccionistas, el mundo ha entrado en un proceso de desglobalización. Las intricadas cadenas globales de valor, que se fueron construyendo particularmente a partir de la década de 1990 y que llegaron a su cúspide con la crisis de 2009, están en lo que parece ser un rápido proceso de relocalización, acelerado por la pandemia y su reflejo en el crecimiento económico de los países. El desastroso manejo de la política económica internacional en materia de medicinas, incluyendo las vacunas y sus insumos, y de productos y equipos médicos, no son sino un ejemplo. De hecho, la DG ha señalado que su primer reto es lidiar con este tema, que se compone de nacionalismos económicos, desigualdades en la distribución, subsidios,