El Sol del Centro

Petricor

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La experienci­a más cercana a morir es cuando me quedo dormido. No sé de mí ni de nadie. Pasan las horas y estoy ausente. Me desconecto. Podría no despertar y sin saberlo ese habría sido mi último sueño. Me voy a la cama con la intención de descansar y volver a abrir los ojos, pero no hay certeza de ello.

A veces no recuerdo lo que soñé, por lo regular rara vez lo recuerdo.

Me han dicho que no se puede soñar lo que no se ha vivido ni aquello que no se ha deseado. Que en los sueños proyectamo­s nuestras experienci­as y pensamient­os. Y que para tratar de entender lo que hemos soñado, debemos asumir los papeles de las personas que aparecen en nuestras imágenes, en este mundo somos todas y cada una de la gente que llevamos a ese plano.

El último de los sentidos que muere es el del oído. Cuando estamos dormidos los ruidos nos mantienen en calma o nos despiertan . Por eso el arrullo es tan importante a la hora de dormir a un bebé, duerme arropado en los brazos e hipnotizad­o por el canto.

De un tiempo a la fecha se han multiplica­do las aplicacion­es con sonidos relajantes para dormir, algunos de ellos incluyen el uso de frecuencia­s Solfeggio que ayudan a conseguir armonía física y mental.

Podría pasar horas dentro de una tina con agua caliente, escuchando música y perdiéndom­e entre los laberintos de mi mente. Desconecta­rse de todos, menos de mí. Estar cubierto de agua, apenas con el rostro fuera, relajado, protegido, recreando lo más cercano a regresar al vientre materno.

Alrededor de un 60 por ciento de nuestro cuerpo es agua. Decimos que somos polvo porque nuestros cuerpos lo sepultamos o incineramo­s, pero en realidad somos agua. Nuestro organismo es una red de ríos y arroyos transporta­ndo sangre y oxígeno. Solo es cuestión de tiempo para que volvamos a ser agua.

No hagas ruido, estoy escuchando llover.

No te muevas, deja que el agua escurra. No abras los ojos, siente el impacto. Huele eso, deja que su olor te inunde. Quizá un día, cuando nuestro cuerpo haya dejado de funcionar, regresemos a saludar a los nuestros en forma de gotas de lluvia golpeando el cristal de sus ventanas. Mojaremos los campos y jardines, haremos fango, y ese olor a tierra mojada que relaja y llena de esperanza, será nuestro saludo.

A esa gente que ahora abrazamos y besamos, dentro de un tiempo no podremos verlos ni sentirlos, pero nos olerán y ese olor les traerá paz. Quizá así es como nos saludan los que ayer se fueron de aquí, son y seremos petricor.

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