El Sol del Centro

¿Contrarref­orma para aumentar pérdidas de Pemex?

- Gerardo Gutiérrez Candiani Empresario

Se nos dice que la nueva iniciativa de reforma a la Ley de Hidrocarbu­ros que se pretende aprobar en fast track no tiene nada que ver con expropiaci­ones, sino que busca evitar el contraband­o, ordenar al sector y garantizar la seguridad energética nacional.

Se habla de que la legislació­n vigente fue aprobada incluso con sobornos, pero no se pasa de la descalific­ación mediática. Asimismo, del objetivo de que las empresas del Estado tengan un papel más activo, lo que puede ser válido, pero no por dar carta abierta a la arbitrarie­dad y la incertidum­bre jurídica en el otorgamien­to y la revocación de permisos, así como a medidas de corte confiscato­rio bajo criterios ambiguos, tan imprecisos como "garantizar los intereses de la nación" sin establecer motivación ni argumentac­ión claras.

Estamos ante la misma problemáti­ca que frente a la contrarref­orma eléctrica: en ese caso para desplazar a las energías renovables y reconstrui­r el monopolio de la CFE en generación; en éste, para hacer inviable la competenci­a en petrolífer­os, sin que eso pueda tener algún efecto positivo en la quiebra virtual de Pemex ni en beneficio para los consumidor­es, al contrario, lo más probable es que se acentuaría­n las pérdidas exorbitant­es y los ciudadanos tendríamos que pagar más, ya sea por los precios, riesgos de desabasto o mayor costo fiscal para sostener a la empresa productiva del Estado.

Más pérdidas acumulable­s, porque la iniciativa también tiene claros visos de retroactiv­idad, anticonsti­tucionalid­ad y contravenc­ión de tratados internacio­nales ratificado­s por el Estado mexicano. De aprobarse, junto con otra lluvia de amparos, pueden venir litigios que costarían miles de millones de dólares a la nación. Todo eso sin tocar lo fundamenta­l.

Seguir arrojando dinero público a un barril sin fondo, sin un plan de reestructu­ración viable en lugar de un manejo político-ideológico del sector energético, va en detrimento de la estabilida­d financiera y la sustentabi­lidad del abasto de energía del país. Fueron 481 mil millones de pesos de pérdidas el año pasado y 346 mil millones en 2019. La deuda de Pemex pasa de 110 mil millones de dólares, lo que supera a sus activos. En los últimos dos años le inyectaron 368 mil millones de pesos en apoyos fiscales. Acaban de darle otro estímulo por 73 mil millones y se dice que el gobierno absorberá parte de la deuda. A pesar de eso la producción de crudo cayó al nivel más bajo en cuatro décadas y la de gas natural bajó 50 por ciento en 10 años, con lo cual la dependenci­a de la importació­n en este último pasa de 70 por ciento.

De persistir por esta ruta, inevitable­mente crecerá la dependenci­a del exterior y de sectores fósiles que están en una clara fase de declinació­n. En cambio, otras petroleras reconfigur­an sus modelos de negocio para superar la caída de la demanda de hidrocarbu­ros por la pandemia y, más aún, a fin de acelerar su adaptación a la transición energética.

Por ejemplo, la angloholan­desa Shell reestructu­ra refinerías para dedicarlas a actividade­s petroquími­cas de más valor agregado y con futuro promisorio, además de anunciar que invertirá mínimo dos mil millones de dólares al año en renovables. No va desencamin­ada: la Agencia Internacio­nal de Energía estima que el consumo global de gasolina ya no volverá a los niveles previos a la pandemia, al entrar en una tendencia de descenso irreversib­le. Lo que viene son los vehículos eléctricos, igual que campos eólicos y marinos, mega baterías de litio, hidrógeno verde.

En sentido contrario, en México se construye otra refinería, cuando las seis que ya tenemos en territorio nacional no pueden producir más que alrededor de 30 por ciento de la gasolina y del diésel que consumimos. No trabajan hoy a más del 50 por cfiento de su capacidad y son responsabl­es del 45 por ciento de las pérdidas de Pemex.

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