El Sudcaliforniano

TODO MÉXICO, DE PIE

FELIPE MUÑOZ DIO A NUESTRO PAÍS LA PRIMERA MEDALLA DE ORO EN LA NATACIÓN OLÍMPICA

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El nadador Felipe “El Tibio” Muñoz alcanzó lo que deseaba, la medalla de oro en la prueba de los 200 metros estilo de pecho, durante la sexta jornada de la competenci­a de natación y clavados, ante más de 10 mil personas que se congregaro­n en la Alberca Olímpica Francisco Márquez.

“El Tibio” Muñoz realizó algo que ningún mexicano había logrado en la natación de los Juegos Olímpicos. Esa medalla es la cuarta que logra México en sus 10 intervenci­ones en Juegos Olímpicos y en casa.

Las crónicas de la época detallan la hazaña del nadador mexicano como una muestra de confianza, su fe en lograr la medalla de oro, siempre dispuesto al triunfo. Así se dio la conquista de la presea áurea, en una noche que "hirvió" la piscina.

A las 19:58 horas, se inició el desfile hacia los banquillos de salida de la final de los 200 metros pecho. Desfile en el que figuraban tres soviéticos, dos norteameri­canos, un japonés, uno de Alemania del Este y un mexicano, Felipe Muñoz.

La Alberca Olímpica Francisco Márquez se convirtió en un manicomio. Sí, eso era y no otra cosa, el público se desbordó.

Felipe, con su acostumbra­da calma principió a despojarse de su ropa y fue el primero en instalarse en el banquillo de salida, en el número cuatro, lugar que tienen el mejor tiempo, el de los campeones.

Ya en el banco de salida se observaba algo nervioso. Hacía movimiento­s de aflojamien­to y así llegó el momento decisivo. Los ocho competidor­es se lanzaron en forma simultánea. El público continuaba igual, todos gritaban, todos animaban al mexicano quien braceó más que nunca, a un ritmo más acelerado para así lograr su deseo, la ilusión de todos.

Tomó la delantera el campeón mundial Kosinsky, seguido por Felipe, el norteameri­cano Job y el alemán del este Egon Henniger. En ese orden cubrieron los primeros 50 metros.

A la mitad de la prueba, al completar los primeros 100 metros, “El Tibio” hizo el toque en cuarto lugar, habiéndolo superado Vladimir Kosinsky que llegó primero, Henniger que fue segundo y Job, tercero.

Los 50 metros siguientes, o sea al

completar 150, Muñoz se recuperó e hizo el toque en segundo lugar. El liderato lo ocupaba el alemán del este Henniger, habiendo bajado al tercer puesto Kosinsky.

Felipe nadó en segundo lugar los siguientes 30 metros, siempre aumentando su ritmo, apoyando más su brazada.

En los últimos 20 metros, “El Tibio” Muñoz, el héroe de México, nadó como lo que es, un campeón olímpico, para así dejar atrás a sus rivales, para dar a nuestro país la medalla de oro, con un tiempo de 2:28,7 minutos, tiempo memorable.

Muñoz quedó a nueve décimas de segundo del récord olímpico, en la pileta derrotó al campeón mundial Kosinsky por cinco décimas de segundo quien logró la medalla de plata, correspond­iendo la de bronce al norteameri­cano Brian Job.

A las 20:05 horas todo estaba consumado. La hazaña, la grandiosa hazaña se había realizado, la había conquistad­o en el agua Felipe Muñoz.

Todo era locura, el mismo Felipe al darse cuenta que había hecho el toque en primer lugar, golpeó el agua de felicidad, luego gozando el momento, sintiéndos­e campeón olímpico, sobre sus rivales tradiciona­les.

Ante el delirio de todos se realizó la ceremonia protocolar­ia de premiación. “El Tibio” hizo el desfile orgulloso, emocionado, victorioso. Y así, por primera vez en los Juegos Olímpicos de México, se escuchó el himno nacional. Todos los mexicanos entonaron el himno. Fue un momento imponente. Algo increíble. Felipe lloró de emoción, muchos lo hicieron. El presidente Gustavo Díaz Ordaz lo felicitó.

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"Un pálido canto para una hazaña inmortal", dijo Antonio Andere sobre el triunfo de Muñoz.
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