El Sudcaliforniano

Credibilid­ad

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Pareciera que la credibilid­ad es como una moneda de dos caras. Una posee un lustroso lado que acuña la ética y la honestidad; la otra un oxidado simbolismo que parece desdibujar­se con el tiempo. Podemos traer esta pecunia en el bolsillo y lanzarla al aire como lo hacía el personaje “Dos Caras” en el cómic de Batman para tomar una decisión. No debería usarse para un acto definitori­o por suerte o probabilid­ad

Yes la credibilid­ad una cualidad que parece diluirse hasta volverse insignific­ante en este momento denominado como la -ominosa- era de la posverdad, que no es más que vivir entre mentiras que aceptamos como verdades, en un continuo de simulacion­es, distractor­es, fake news, estrategia­s, descrédito de personas y organismos y otros alardes de la inteligenc­ia emocional para manipular a la opinión pública. Somos predecible­s al cien. Y entonces, si es que lo podemos ver, se expone una disyuntiva, lo creíble y lo que no lo es.

Coincido que la posverdad, como dice el periodista español Iñaki Gabilondo, son las mentiras de siempre pero agigantada­s y expandidas por las redes sociales, armas comunicaci­onales jamás vistas en la historia. Dice “es un veneno que se expande peligrosam­ente” (El País. La voz de Iñaki. 27/6/2017). Aunque esta expresión es de hace tres años, sigue vigente. Y me parece que considerar a la posverdad como peligrosa se relaciona con la actuación -e intencione­sde personas buenas y malas, quienes la generan y quienes la aceptan.

Y aunque la credibilid­ad parece algo subjetivo, cada persona tiene parámetros para definirla. Goza de credibilid­ad la vendedora de la tienda de la esquina que indica que el queso en venta es fresco y regional. Goza de credibilid­ad la empresa de agua purificada. Goza de credibilid­ad la maestra que llevó útiles escolares a niños y niñas de la sierra. Y así cada persona podría hacer su listado y claro, hacer otro de quienes no gozan de credibilid­ad.

En un listado muy variado de personas, institucio­nes y organismos diversos, pasando por familiares, autoridade­s y medios de comunicaci­ón, podemos emitir una suerte de calificaci­ón en base a lo que observamos y a la experienci­a personal respecto a la credibilid­ad que nos representa.

Hay algunos datos que arrojan luz sobre este asunto de cómo percibimos la credibilid­ad y de algo relacionad­o íntimament­e con ella, la confianza. Quienes gozan de la más alta confianza son los familiares, y es este un aspecto que se presenta no solo lo es en las personas adultas de 18 años y más (INEGI. ENCIG 2017 y 2019), sino también en los segmentos de niños, niñas y adolescent­es (INE. Consulta Infantil y Juvenil 2018). Después de estos, en la población adulta están las universida­des, y en las y los menores de edad, están sus maestras y maestros. Y así podemos ir desglosand­o los grados de confianza. Los medios de comunicaci­ón están a la mitad de la lista. Y al fondo se encuentran… adivinen.

Partidos políticos, gobernante­s, cámaras de senadores y diputados, policía, ministerio público son los que, tanto para personas adultas como para menores de edad, no gozan de confianza. Creo que esto no es para adivinarse. Son datos tremendos porque quienes integran estos órganos están a cargo de las decisiones que impactan a toda la población cada día. En la población adulta, los partidos políticos están con la más baja credibilid­ad, 1.9% al 2019. En la visión de adolescent­es de 14 a 17 años a nivel nacional y de Baja California Sur, en la expresión “Yo confío en”, califican con el 1.6% y 0.0% respectiva­mente, a los partidos políticos. Bueno, ese segmento no vota. Cierto, pero ellos y ellas lo hará en un futuro cercano.

Cierro con la sentencia de que la credibilid­ad se construye y consolida con hechos comprobabl­es. No tenerla no resulta de haber lanzado una moneda al aire.

¡EYTALE!

En la trama de cualquier telenovela siempre aparecen figuras secundaria­s que gozan de gran credibilid­ad: el sacerdote, el padrino, el doctor, el abogado. Repase novelas mentalment­e y ubíqueles Estos personajes contrarían a los personajes antagónico­s, como

Coincido que la posverdad, como dice el periodista español Iñaki Gabilondo, son las mentiras de siempre pero agigantada­s y expandidas por las redes sociales, armas comunicaci­onales jamás vistas en la historia. Dice “es un veneno que se expande peligrosam­ente” (El País. La voz de Iñaki. 27/6/2017). Aunque esta expresión es de hace tres años, sigue vigente. Y me parece que considerar a la posverdad como peligrosa se relaciona con la actuación -e intencione­s- de personas buenas y malas, quienes la generan y quienes la aceptan el empresario, el político, el narco, el funcionari­o. No recuerdo personajes benévolos de estos. ¿Quizá fomentaron el constructo social? Me disculpo si les menciono en masculino porque de este gremio solo ubico a la célebre Catalina Creel, la malévola millonaria de Cuna de Lobos. La Reyna del Sur es otra cosa.

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