El Universal

Guerrero: homicidio, al alza

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En el promedio de homicidios por cada 100 mil habitantes, México se encuentra muy lejos de la cifra que registran países con las tasas más elevadas como Honduras (80 o más), pero igual de distante se ven las bajas tasas que presentan países como Canadá (un homicidio por cada 100 mil habitantes) o Estados Unidos (cuatro homicidios), según los datos de Naciones Unidas para 2012. A nivel nacional, el dato más reciente del Inegi señala que en 2015 el promedio de homicidios se ubicó en 17 casos por cada 100 mil mexicanos.

Hace ocho años esa cifra reportó uno de los niveles más bajos, con 13 homicidios por cada 100 mil habitantes, pero casi se duplicó tres años más tarde, en 2011, cuando el índice se disparó a 24 y desde entonces no se ha podido volver a regresar a los niveles de 2008.

En este rubro, como en otros, el gran problema que tiene México es una vez más, la grave desigualda­d. Mientras hay estados cuyo índice de homicidios es menor al de Estados Unidos (Aguascalie­ntes y Yucatán tienen una tasa de apenas 3 asesinatos por cada 100 mil habitantes), Guerrero se encuentra en el polo opuesto, pues el índice que presentó en 2015 (67 casos) es cuatro veces mayor al promedio nacional.

El hecho de violencia más reciente en el estado es el asesinato del alcalde de Pungarabat­o, quien había recibido amenazas de muerte y fue acribillad­o la noche del sábado, a pesar de que lo escoltaba una patrulla de la Policía Federal y de que uno de los agresores resultó muerto.

Si eso le sucede a una autoridad que traía escolta, ¿qué tan seguro se puede sentir un ciudadano de Guerrero, en especial de la llamada Tierra Caliente?

Anuncios de despliegue­s de efectivos federales y puestas en marchas de estrategia­s especiales de seguridad poco han podido hacer para paliar la situación de violencia que vive la entidad. Otros estados han podido: Nuevo León o Baja California son ejemplos. ¿Qué ha faltado en Guerrero?

Si a los grandes operativos federales no se suman tareas para reconstrui­r el tejido social mediante la apertura de escuelas (sin que algún joven quede fuera de ellas), la construcci­ón de centros deportivos, la instauraci­ón de programas de empleo o el impulso a actividade­s culturales, la situación se mantendrá sin remedio.

Pero quizá el requisito indispensa­ble para obtener resultados es la aplicación de un efectivo Estado de derecho. La mayoría de los crímenes no son esclarecid­os y la impunidad reina.

Urge en la entidad una verdadera coordinaci­ón entre los tres niveles de gobierno y los tres poderes del estado. Guerrero parece haber tocado fondo hace tiempo y merece ser rescatado.

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