El Universal

“Las jornadas afectaban mi ánimo”

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Paco trabajaba en un restaurant­e ubicado en el sur de la Ciudad de México. Llevaba poco más de seis meses, y aunque necesitaba mucho trabajar, decidió renunciar por las fuertes cargas, las presiones de los dueños, así como las largas jornadas que superaban las ocho horas que estipulaba su contrato.

“Decidí renunciar porque ni el sueldo ni las propinas compensaba­n las friegas que te ponías y que me afectaban en el ánimo y la salud; éramos pocos y tenías que hacer de todo, entrábamos entre la una y dos de la tarde y terminábam­os después de la medianoche, por lo que teníamos que pagar un taxi, a eso debíamos sumarle las exigencias y malos modos de los dueños y clientes”.

Casos como el de Paco han venido en ascenso en el país.

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