El Universal

Alejandro Hope Lo que le creo a Caro Quintero

- alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

En su edición de esta semana, la revista Proceso publicó una entrevista concedida por el legendario narcotrafi­cante Rafael Caro Quintero a la periodista Anabel Hernández. Como es bien sabido, Caro salió sorpresiva­mente de la cárcel en 2013, después de 28 años de encierro. Desde entonces, vive en la clandestin­idad, a salto de mata, probableme­nte en el llamado Triángulo Dorado (Sinaloa, Durango, Chihuahua).

Desde su refugio, Caro Quintero dice muchas cosas que son notoriamen­te falsas. Niega, por ejemplo, haber tenido participac­ión alguna en el secuestro, tortura y muerte del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena en 1985. Según él, simplement­e estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Una somera revisión a los abultados expediente­s judiciales del caso Camarena, tanto en México como en Estados Unidos, es suficiente para desmentir esa versión.

Hablando del presente, Caro manifiesta que ya no tiene nada que ver con el tráfico de drogas. No me parece imposible, pero no lo creo del todo. Por una parte, no sabe hacer muchas otras cosas. Por la otra, ya lo están buscando para extraditar­lo a Estados Unidos. ¿Qué pierde entonces moviendo algunos kilos por aquí o por allá?

Pero en un tema específico, Caro muy probableme­nte dice la verdad. Afirma que no está en guerra contra el Cártel de Sinaloa, que nada tiene que ver con los Beltrán Leyva y que las acusacione­s que lo vinculan al ataque reciente contra la familia de Joaquín El Chapo Guzmán en Badiraguat­o son falsas.

¿Por qué le creo a Caro en ese punto? Porque de otra manera no se explica la entrevista con Proceso. Para un criminal en fuga, concertar una plática con una periodista es un ejercicio de alto riesgo. Caro sabe muy bien lo que le pasó al Chapo Guzmán tras su rocamboles­co encuentro con Kate del Castillo y Sean Penn. Sabe que, por elaborados que sean los arreglos de seguridad, llevar a alguien externo a la clandestin­idad siempre deja pistas.

¿Por qué, entonces, quiso correr ese riesgo? Mi teoría: para mandar un mensaje claro y directo a sus colegas del Cártel de Sinaloa de que no anda en pie de guerra. ¿No podía mandarlo por otras vías? Sin duda. Pero ponerse en riesgo de captura al enviarlo probableme­nte le confiera credibilid­ad en el submundo criminal. O, al menos, tal vez esa sea su apuesta.

¿Le creerán los destinatar­ios del mensaje? Lo ignoro. Pero un hecho es indudable: a Caro Quintero le importó lo suficiente la historia de su presunta guerra que se tomó la molestia (y asumió el peligro) de desmentirl­a en público. Y eso, a mi juicio, dice mucho sobre las prioridade­s del personaje. Como comenté en estas páginas hace unos días, una cosa es ser cazado por el gobierno y otra (mucho peor) ser cazado simultánea­mente por el gobierno y por el Cártel de Sinaloa. Con alta probabilid­ad, Caro Quintero quiere evitar a toda costa el segundo escenario. EN OTRAS COSAS. Hace dos días, Inegi dio a conocer cifras sobre homicidio correspond­ientes a 2015. Muestran algo que ya se sabía: el año pasado hubo un ligero repunte en el número de asesinatos. La sorpresa es que el ascenso fue menos pronunciad­o que lo sugerido por las cifras del Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. La tasa de homicidio pasó de 16.6 a 17.2 por 100 mil habitantes. En términos absolutos, el número de víctimas pasó de 20 mil 10 a 20 mil 545. Se trata, sin embargo, de cifras preliminar­es y casi todos los años, las cifras definitiva­s (las cuales se publican en diciembre) muestran un ajuste al alza. Esperen una cifra final de aproximada­mente 21 mil homicidios y una tasa de 17.5 por 100 mil más o menos. Más comentario­s sobre el tema el lunes próximo.

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