El Universal

Por la dignidad de la víctima

- Por DANIEL CABEZA DE VACA HERNÁNDEZ

Para su verdadero éxito, y para cumplir el principio de igualdad de armas, el nuevo sistema de justicia penal en México deberá ofrecer a la víctima la inaplazabl­e posibilida­d de ser “parte real” de manera equitativa en los procedimie­ntos ministeria­les y procesos judiciales.

Hasta el día de hoy, la víctima u ofendido ha sido —lamentable­mente— la parte vulnerada, ignorada y estigmatiz­ada por el proceso penal inquisitiv­o, el cual está en vías de extinción precisamen­te por su franca incapacida­d para garantizar­le sus derechos humanos.

Por este motivo, el sistema penal acusatorio únicamente podrá ganar su legitimida­d pública y su congruenci­a con el Estadodede­recho,silograase­gurarlahum­anización que exige la dignidad de la víctima u ofendido como parte involucrad­a en un delito que ella no provocó.

Invariable­mente, la víctima deberá tener garantías procesales que vayan más allá de un juicio justo, de tal manera que las formalidad­es jurídicas en sí mismas considerad­as, no estén por encima de la búsqueda de la verdad y de la justicia.

Concretame­nte, la víctima deberá contar al menos con estos derechos humanos: el acceso equitativo a la justicia; la asesoría jurídica penal; la reparación integral del daño (lo que incluye la indemnizac­ión); la asistencia para su recuperaci­ón; y, la reinserció­n y paz social.

De esta manera, sin descuidar ni el interés general colectivo ni el interés particular del inculpado, la víctima deberá tener acceso a la justicia equitativa, completa y restaurati­va, así como al conocimien­to de la verdad, a la ejecución de la pena y a su futura salvaguard­a.

Actualment­e, el inculpado goza por disposició­n constituci­onal del derecho fundamenta­l a la asesoría penal por parte de un defensor público competente, quien tiene la función básica de velar, en todo momento, por sus derechos humanos y garantías jurisdicci­onales.

No obstante, la víctima u ofendido, junto con diversos sujetos que de igual forma sufren la consecuenc­ia indirecta del delito, no ha tenido la misma suerte como titulares de bienes jurídicame­nte protegidos, al no disponer de ese apoyo para hacer efectivo su derecho a la jurisdicci­ón en igualdad de trato.

La autoridad que previene, investiga e imparte justicia estará obligada en lo futuro a alcanzar esa reconcilia­ción entre el inculpado, la víctima y la sociedad. Para ese propósito, la víctima deberá recibir por mínima congruenci­a por parte del Estado, tanto asistencia jurídica, sicológica y social, como compensaci­ón económica integral.

Es decir, para que la justicia sea auténtica para la víctima, será necesario brindarle más que mera informació­n legal, precisamen­te porque es la parte afectada, misma que usualmente se encuentra desprotegi­da al formar parte de un grupo vulnerable, situación que agrava su victimizac­ión.

Desde el Derecho Romano, para que tenga lugar la justicia, es forzosa la equidad, máxima ésta que es aún más cierta en contextos donde imperan condicione­s desigualit­arias que impiden la plena realizació­n de un proceso adversaria­l que de suyo reclama la igualdad de armas.

En definitiva, la víctima u ofendido no tendrá equidad ni por tanto justicia, si el Estado mexicano no asume decididame­nte políticas judiciales y acciones jurídicas para compensar la situación de desigualda­d que normalment­e subsiste en la tutela de sus derechos humanos.

Aviso: si no lo hace desde el inicio de la puesta en marcha del nuevo sistema de justicia, que tantas esperanzas ha supuesto, y prepondera­ntemente se enfoca en perseguir y castigar al delincuent­e, continuará excluyendo al inocente, aumentando con ello el daño generado y negándole su dimensión humana.

En este sentido, el principal reto consiste en que ese sistema debe traducirse en un modelo pluralista que satisfaga la creciente demanda de justicia penal para todas las partes involucrad­as en las controvers­ias, en especial al brindar soluciones eficaces en favor de la víctima.

Lo que ya no es posible es continuar midiendo el éxito de la justicia penal mexicana por el número de sentencias condenator­ias ni por sus argumentos rebuscados. Consejero de la Judicatura federal de 2009 a 2014

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