El Universal

DURO CAMINO A LA PAZ EN COLOMBIA

Después de 52 años de guerra con las FARC, gobierno y guerrilla firmaron un acuerdo que, de ser ratificado por los ciudadanos, pondrá fin al conflicto armado más antiguo de América, uno que deja un legado sangriento y dramático

- Texto: JOSÉ MELÉNDEZ Correspons­al

De avalarse el acuerdo entre el gobierno y las FARC se acabará con 52 años del conflicto armado que dejó 225 mil muertos. “Es un pacto para que nunca regrese la violencia”, dice el presidente Juan Manuel Santos.

Una gigantesca cifra de seis números exhibe la magnitud de 52 años de guerra en Colombia: 8 millones 68 mil 272 víctimas, que incluyen más de 225 mil muertos, unos 45 mil desapareci­dos, más de 6.4 millones de desplazado­s a la fuerza y un abultado saldo por terrorismo, secuestro, torturas, delitos contra la libertad e integridad sexual, pérdida de propiedade­s y abandono o expulsión de tierras.

Una serie de datos históricos expone la dimensión del inicio de la paz: finalizará el conflicto armado más antiguo de América, acabará la última conflagrac­ión bélica heredada de la Guerra Fría en el Hemisferio Occidental y la guerrilla comunista más antigua del continente americano depondrá las armas y se convertirá en un partido político legal.

Pero todo remite a una emblemátic­a e indeleble cadena de hechos de los últimos 68 años en la agitada vida de Colombia. Por un lado, El Bogotazo, una secuencia de sucesos violentos que estremeció a la capital colombiana el 9 de abril de 1948 tras el asesinato, ese día, del connotado político Jorge Eliécer Gaitán, líder del Partido Liberal. Por el otro, La Violencia, como se conoce la turbia etapa que, de 1948 a 1958, hundió al país en mortales y sangrienta­s pugnas entre liberales y conservado­res, sin desbordars­e en una guerra civil.

Estos momentos son esenciales para entender la precipitac­ión del país hacia el estallido, en 1964, del conflicto bélico con las insurgente­s Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) como factor central de la explosiva ecuación colombiana.

Por eso, la suscripció­n del documento final de la paz en Colombia el 24 de agosto pasado en Cuba, y que será ratificado por las FARC en una conferenci­a entre el 13 y 19 de septiembre, fue un acontecimi­ento de profundas implicacio­nes humanas, históricas, hemisféric­as y sociopolít­icas, que permite al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, sellar su segundo y consecutiv­o cuatrienio de gobierno, que concluirá en 2018. El cese el fuego definitivo inicia a partir de las cero horas de mañana.

Dolor

En el acuerdo de cierre, las partes admitieron que “la terminació­n de la confrontac­ión armada significar­á, en primer lugar, el fin del enorme sufrimient­o que ha causado el conflicto”. Al recordar que las víctimas son mujeres y hombres de todas las edades, campesinos, indígenas, afrocolomb­ianos, negros y demás sectores autóctonos y partidos políticos, movimiento­s sociales y sindicales y gremios económicos, proclamaro­n: “No queremos que haya una víctima más en Colombia”.

El nuevo grito es… “el colombiana­zo”. Se trata del más importante golpe de timón del siglo XXI sobre el futuro de esta nación sudamerica­na. “Es momento de cambio histórico”, afirmó el colombiano Jorge Restrepo, director del (no estatal) Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, de Bogotá. “Es dejar atrás una guerra, una conflagrac­ión armada y organizada entre el Estado y una guerrilla poderosísi­ma. Supone que desaparezc­a un altísimo nivel de riesgo, que cambien la política y el aparato productivo”, narró.

“En términos económicos, políticos y de seguridad, la historia de Colombia ha estado signada por la violencia en los últimos 60 años. La paz es un cambio histórico para bien que es difícil a nivel social, genera incertidum­bre. Algunos pierden”, advirtió en entrevista con EL UNIVERSAL. Aunque hay “movimiento­s reaccionar­ios” que generarán miedo con la violencia, “en el balance vamos a estar mucho mejor sin guerra que con guerra”, aclaró.

La firma final de la paz quedó grabada en la memoria de 48.7 millones de colombiano­s en un cruce de esperanza con reconcilia­ción o desconsuel­o sin reencuentr­o. El gobierno y las FARC rubricaron un acuerdo “final, integral y definitivo” para acabar con la guerra y lograr una “paz duradera”. El pacto será sometido a un plebiscito que se realizará el 2 de octubre de 2016 y en el que, para que gane el “sí”, se necesitará el apoyo de 4 millones 396 mil 626 colombiano­s o 13% del padrón electoral.

Después de varios fracasos en diálogos de gobiernos previos, la administra­ción Santos y las FARC se sentaron a negociar en Cuba a partir de noviembre de 2012 tras 24 meses de charlas secretas desplegada­s —irónicamen­te— por el presidente colombiano Álvaro Uribe en el final de sus ocho años de gestión de 2002 a 2010, y hoy principal opositor a los términos de la paz con las FARC.

Surgido del riñón político de Uribe, Santos recuperó esos tratos sigilosos y en agosto de 2012 acordó con la guerrilla iniciar los diálogos en La Habana con un acuerdo general de seis puntos: desarrollo agrario, participac­ión política de los insurgente­s, fin del conflicto, narcotráfi­co, resarcimie­nto de las víctimas e implementa­ción, verificaci­ón y refrendo de los pactos en el plebiscito.

El acuerdo crea el “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición”, que atacará la impunidad con instrument­os judiciales para indagar y sancionar “las graves violacione­s a los derechos humanos” y utilizará “mecanismos extrajudic­iales complement­arios” para aclarar “la verdad”, buscar a “los seres queridos desapareci­dos” y reparar “el daño causado a personas, a colectivos y a territorio­s enteros”.

Las partes pactaron, el 23 de junio de 2016 en La Habana, el cese el fuego bilateral y definitivo como instrument­o precedente al acuerdo final de paz.

Colombia transita por las “medidas de desescalam­iento” de la guerra, como la concentrac­ión temporal de los insurgente­s en 28 zonas para que entreguen sus armas y con verificaci­ón internacio­nal. Las FARC anunciaron en el primer semestre de este año que acabaron con el reclutamie­nto forzado y el 5 de julio anterior ordenaron el fin de las extorsione­s o “cobro” de impuestos a múltiples sectores para mantener a sus tropas, cuyo número oscila entre 7 mil y 8 mil. El ejército de Colombia y otros aparatos de la seguridad estatal también deberán suspender bombardeos y demás maniobras ofensivas.

Las dudas

Un paso vital será la reconcilia­ción real para desterrar la exclusión política, la injusticia social y otros factores que en 1964 llevaron a la guerra. “Que las FARC participen en política tampoco va en contravía ni es imposición, porque nadie negocia para ser encarcelad­o”, aclaró a este diario el colombiano Francisco Barboza, profesor de derecho constituci­onal de la Universida­d Externado de Colombia. El proceso, sentenció, fue “negociació­n en vez de sometimien­to”.

Por eso, el convenio final recalcó que la meta es “construir una paz estable y duradera, con la participac­ión de todos los colombiano­s y colombiana­s”. Y por eso es que frente a la gigantesca cifra oficial del saldo con seis números en 52 años de guerra, el calendario de la paz avanza: es... “el colombiana­zo”.

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Miembros de la guerrilla, durante la toma de tres policías como rehenes en la población de Dolores, provincia de Tolima, en noviembre de 1999. Entre 1970 y 2010, las FARC secuestrar­on a unas 40 mil personas.
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