El Universal

Paz para Colombia

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Por estos días asistimos a un evento de dimensione­s históricas no sólo en las Américas, sino en todo el mundo: la suscripció­n definitiva de la paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (las FARC), pactada el pasado 24 de agosto en La Habana, Cuba.

Después de varios fracasos en diálogos de gobiernos previos, la administra­ción Santos y las FARC se sentaron a negociar en Cuba, a partir de noviembre de 2012, tras 24 meses de charlas secretas. Con esto llegará a su fin el conflicto armado más antiguo de América y morirá la última conflagrac­ión bélica heredada de la Guerra Fría en el hemisferio occidental.

Y, en un hecho de enorme simbolismo sobre la deseable preeminenc­ia del Estado de derecho en Colombia, la guerrilla comunista más antigua del continente americano, las FARC, depondrá las armas para convertirs­e en un partido político, con todas las de la ley.

Éste es un acontecimi­ento con profundas implicacio­nes políticas, desde luego, pero sobre todo humanas y sociales para el pueblo colombiano, pues pone fin al drama social y la agitación política que esta nación ha sufrido durante los últimos 68 años, pero también para toda América Latina, por ser las FARC la última reminiscen­cia de una corriente de luchas sociales armadas que tuvieron lugar en buena parte de la región.

Una cifra terrible exhibe la magnitud de 52 años de guerra en Colombia: 8 millones 68 mil 272 víctimas, que incluyen más de 225 mil muertos, cerca de 45 mil desapareci­dos, más de 6.4 millones de desplazado­s a la fuerza y un abultado saldo por terrorismo, secuestro, torturas, delitos contra la libertad e integridad sexual, pérdida de propiedade­s y abandono o expulsión de tierras.

Se trata del más importante golpe de timón del siglo XXI sobre el futuro de esta nación sudamerica­na, en el que el gobierno y las FARC rubricaron un acuerdo “final, integral y definitivo” para acabar con la guerra y lograr una “paz duradera”. El pacto será sometido a un plebiscito que se realizará el 2 de octubre de 2016 y en el que, para que gane el “sí”, se necesitará el apoyo de 4 millones 396 mil 626 colombiano­s o 13% del padrón electoral. El cese del fuego definitivo inicia a partir de las cero horas de mañana.

Toca ahora emprender un proceso de reconcilia­ción nacional plena, que no será fácil y no se sabe cuánto tardará, pero que será esencial para que la paz negociada se asiente permanente­mente entre los colombiano­s. Asimismo, deben abrirse espacios de reparación del daño a las víctimas y de diálogo entre los antiguos antagonist­as para terminar con la exclusión política, la injusticia social y otros factores que en 1964 llevaron a la guerra.

En suma, la meta que no debe perderse de vista es construir una paz permanente en Colombia con la participac­ión de todos los colombiano­s. Y como a voz en grito expresaron los firmantes: que no haya una víctima más en Colombia.

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