Entre el miedo y la esperanza
El acuerdo de paz recién anunciado en La Habana es histórico en el sentido extenso de la palabra.
Pone fin a 52 años de conflicto armado entre la guerrilla más antigua de América Latina y el gobierno colombiano. Cierra definitivamente la larga etapa de Guerra Fría en la región y ofrece lecciones valiosas para otros procesos de pacificación como la necesaria presencia de militares y víctimas en las negociaciones y el firme acompañamiento internacional.
Es innovador en temas de justicia transicional, reparación a víctimas y participación política de ex combatientes. Detallado y cuidadoso en técnica jurídica y protocolos. Amplio en la atención a las fuentes económicas, sociales, políticas y culturales del conflicto. Con visión de corto, mediano y largo plazo. Y, sin embargo, la paz negociada en La Habana presenta algunos problemas. Es incompleta, en tanto deja fuera a la otra guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional. Como todo pacto entre élites, le falta forjar los consensos nacionales para su refrendación, construir las capacidades institucionales necesarias para su implementación y, lo más difícil de todo, tejer los hilos de la reconciliación social.
El país tendrá que hacer todo esto en un periodo muy corto y dar resultados tangibles si no quiere que las enormes expectativas se transformen en frustración. Esto requerirá de un enorme esfuerzo sostenido y conjunto de gobierno, partidos y sociedad. Para muchos actores lo que está en la mira es el futuro de Colombia, pero no son pocos los que sólo ven los efectos de los acuerdos de paz en las elecciones presidenciales de 2018.
El primer gran desafío será el plebiscito del 2 de octubre, un ejercicio inédito en la historia de Colombia. Los vientos en contra provienen de frentes tan di versos como la impopularidad del presidente Juan ManuelSantos( entre 25 y 30.7% de aprobación ), la difícil situación económica, el amplio rechazo alas FARC —79% en contra de abrir el espacio a los ex combatientes en el juego político— y la avanzada de los seguidores del ex mandatario Álvaro Uribe por el NO. El NO ha adelantado una campaña explícitamente emocional cuyos ejes son el miedo a la incapacidad del Estado, a la afectación de tierras, al avance del crimen y el paramilitarismo y la venganza arropada con el reclamo de justicia.
En el tema del plebiscito las encuestas arrojan resultados encontrados, lo que habla de las numerosas fuentes de volatilidad. En este escenario adquiere especial relevancia el tono de la campaña por el plebiscito de las próximas semanas y la amplitud de las coaliciones políticas que disputarán, palmo a palmo, el voto de poco más de un tercio de indecisos e indiferentes. Dado que la mayoría de los que no votarán se inclinan por el SÍ, el reto es cómo movilizarlos para