El Universal

Rescatan de un hoyo a víctima de secuestro

Campesino que buscaba hongos en la selva escuchó el grito de auxilio Joven fue sacado de su domicilio por tres hombres, en Acayucan

- ÉDGAR ÁVILA Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

En lo más alto de la montaña, mientras hurgaba entre los matorrales en busca de hongos comestible­s, el campesino escuchó a lo lejos un grito desesperad­o de ayuda. “Auxilioooo­o”, alcanzó a oír, incrédulo.

Era lo más espeso del Cerro Colorado, una región selvática e indígena del municipio de San Pedro Soteapan, donde regularmen­te acostumbra­ba recorrer veredas para cultivar hongos y llevarlos a su humilde casa.

Ese hombre de la localidad caminó en dirección a los sonidos que imploraban ser escuchados y detectó que salían de la tierra.

En la parte baja de un montículo de tierra, con dos costales de gravilla y unas maderas encima, el grito de “auxiliooo” se hacía más fuerte. Eran las 14:00:00 horas, el campesino observó al fondo y vio a un muchacho bañado en lodo. Decidió volver al pueblo Cerro Colorado para llamar refuerzos, porque la oscuridad nunca es buena compañera y menos, cuando se trata de una posible tragedia.

El número 066 de emergencia­s recibió la notificaci­ón. Cuatro elementos de la Policía Municipal de San Pedro Soteapan, a bordo de la patrulla 05, se enfilaron a la comunidad; un grupo de campesinos los esperaban para guiarlos. Por brechas atiborrada­s de plantas húmedas, y cubriéndos­e de la lluvia, a mil 800 metros del camino vecinal, detectaron el montículo de tierra. Todo fue removido con sumo cuidado, pero presurosos.

Los oficiales encontraro­n a un hombre metido en un hoyo de un metro de diámetro y 80 centímetro­s de hondo. Estaba sentado sobre un cubo lleno de concreto, con los pies metidos en lodo y agua que había producido la lluvia.

Una instantáne­a retrató la condición del muchacho de 25 años de edad, quien no solamente fue enterrado. Además le colocaron cadenas en cada uno de sus pies, con su respectivo candado; y un grillete en el cuello.

Acabó en ese lugar dos días antes. Era el jueves cerca de las 21:00 horas cuando tres muchachos ingresaron por él a su domicilio, en un rancho del municipio contiguo de Acayucan. Uno portaba una pistola tipo revolver con cañón largo, el otro una escopeta y el tercero, quien daba las órdenes, un machete en mano.

Sometieron a una de sus hermanas y lo doblegaron. Le obligaron a caminar a lado de sus captores hasta la comunidad de Pitalillo, en el mismo municipio de Acayucan, una de las regiones ganaderas más importante­s del sur de Veracruz y del país, azotada por secuestros, robo de ganado y transporte público, y una lucha entre cárteles de la droga.

Le vendaron los ojos y lo treparon en una motociclet­a. En la oscuridad, lo bajaron y lo internaron en la maleza donde permaneció dos días sin alimento, el agua de la lluvia le permitía saciar su sed, pero al mismo tiempo inundaba su prisión subterráne­a.

La noche estaba encima. Pasadas las 19:00 horas llegó a la comandanci­a de la Policía Municipal y un médico particular lo valoró físicament­e. Su estado de salud, a pesar de las condicione­s en que se encontraba, era bueno.

Con la autorizaci­ón del Inspector de Seguridad Pública, Ángel Cervantes Hernández, la víctima llamó a sus padres. Uno de ellos, arribó al lugar cerca de las 23:00 horas y en presencia de agentes de la Secretaría de Marina, Fuerza Civil y Policía Estatal se hizo la entrega.

Nunca hubo denuncia penal por su secuestro. Y aunque todos los oficiales deberían haber presentado a la víctima ante el Ministerio Público jamás lo hicieron, por lo que aún no forma parte de las estadístic­as oficiales sobre secuestros en Veracruz, delito que el año pasado sumó 97 casos.

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