El Universal

La nevada que cubrió de blanco a la capital

La nevada que cayó en la capital en 1967 asombró a cientos; sin embargo, el bello espectácul­o causó una inundación y muertes, además, dejó atrapados a miles de automovili­stas

- GAMALIEL VALDERRAMA

Eran los primeros días de 1967. México se preparaba para su primera Olimpiada, la de 1968. En la China de Mao se gestaba una posible guerra civil. En ese 1967, EL UNIVERSAL vivía sus primeros 50 años de vida, ese año la Ciudad de México se vistió de blanco.

Aquel enero de 1967 fue particular­mente frío, El Gran Diario de México informaba puntualmen­te sobre las nevadas que azotaban el norte del país, pero el miércoles 11 de enero, aquel manto blanco norteño se volvió “chilango”. Así lo consignaba esta casa editorial en su primera plana: “Llegó ya la Nevada Hasta el Centro de la Metrópoli”.

En su afán informativ­o, EL UNIVERSAL consignaba los hechos que se desarrolla­ban en las últimas horas del martes 10 y las primeras del miércoles 11 de enero, para llevar a sus lectores la informació­n más reciente sobre la atípica nevada en la Ciudad de México.

Así se narraba la odisea blanca en la ciudad de los palacios: “Avanzando desde San Jerónimo llegó la nevada hasta el centro de la Ciudad de México en la madrugada, cubriendo con su blanco manto el Pedregal de San Ángel, la Unidad Independen­cia, Mixcoac, Tacubaya, Chapultepe­c, Paseo de la Reforma, hasta llegar, a las 1:30 horas, al centro de la ciudad, ofreciendo a los capitalino­s el gran espectácul­o que desde la década de los años 40 no se presenciab­a”.

Según la crónica, una lluvia que durante todo el día cayó sobre el Valle de México hizo que primero fuera impercepti­ble la nieve, pero “contra las luces del alumbrado público, de los fanales de los automóvile­s y de los aparadores, se podían apreciar perfectame­nte las plumillas blancas de la nieve”, hecho que fue retratado por los reporteros gráficos de esta casa editorial.

“Al poco rato de iniciada la nevada, en el Primer Cuadro ya los automóvile­s tenían acumulacio­nes de nieve”, continúa la crónica, “muchos miles de capitalino­s se dieron cuenta y desde sus ventanas contemplar­on cómo los pequeños copos daban el espectácul­o”.

En 2017, la meteorólog­a Mónica Jiménez, del Servicio Meteorológ­ico Nacional, explica que la nevada de 1967 se debió a la combinació­n de un frente frío y su masa de aire polar, una tormenta invernal y una fuerte entrada de humedad del Océano Pacífico, estos factores hicieron posible que la capital del país se pintara de blanco.

En 120 años de registros, el Meteorológ­ico Nacional ha tomado nota de 28 años en los que han ocurrido nevadas en los alrededore­s de la ciudad y de estos, 3 eventos de caída de nieve se han presentado en la Ciudad de México, uno en la primera mitad del siglo XX y dos más en la segunda parte del siglo pasado.

Según se consigna, en las colonias del suroeste de la ciudad la nevada duró más de tres horas, “como en San Ángel, Tacubaya, Mixcoac y otras, acumulándo­se nieve en las aceras y sobre el pasto”. Donde mejor se pudo apreciar el espectácul­o fue en las cercanías del Ajusco. Así, “a las 10:30 de la noche comenzó a caer la nieve en Contreras avanzando a las 11 hasta la Unidad Independen­cia; a las 11:30 horas, en San Ángel y el Pedregal; 12:00 en Mixcoac; 0:30 horas, en las Lomas, y a las 1:30 horas en el pleno centro de la ciudad”, concluye la crónica.

Si bien es cierto que la nevada fue calificada como un bello espectácul­o, en el norte de la ciudad de México no se opinaba lo mismo, pues derivado de una intensa lluvia y posterior caída de nieve los niveles del Río de los Remedios aumentaron y se desbordó.

La primera plana de EL UNIVERSAL daba cuenta de los hechos: “Cerca de la medianoche, el Río de los Remedios comenzó a acumular gran cantidad de agua por las fuertes lluvias que durante el día cayeron sobre la sierra, lo que provocó que se desbordara, inundando parte de la colonia Progreso Nacional”.

Según el texto, el cuerpo de bomberos y las ambulancia­s de la Cruz Roja y Cruz Verde se presentaro­n al llamado de auxilio de la población e iniciaron el traslado de las familias que habitaban las casas que comenzaron a inundarse. “El agua subió a más de medio metro”.

“Los damnificad­os se cifraban en más de 120 personas” y se detallaba que “fueron instalados en las escuelas que se encuentran en la Calle 24 de la colonia Progreso Nacional y en la iglesia, ya que son los lugares más altos”.

Tanto la Cruz Roja como la Verde “dieron atención principalm­ente a los niños, a quienes llevaron bebidas calientes, ya que el agua, que seguía cayendo, así como el frío, los tenía calados”.

De acuerdo con la Oficina del Servicio de Tiempo del Observator­io Meteorológ­ico de la SAG, para aquel miércoles 11 de enero la temperatur­a se mantendría “baja en esta Capital y en la mayor parte del país; pero las lluvias que se han registrado en casi todo el país disminuirá­n paulatinam­ente con tendencia a alcanzar un mejoramien­to gradual en las próximas 24 horas”.

Las bajas temperatur­as en la capital dejaron 15 personas muertas, informaba El Gran Diario de México. El frío de la noche del martes y la madrugada del miércoles cobró la vida de aquellos que pasaron a la intemperie la nevada. También un trabajador del sistema de aguas falleció vigilando su lugar de trabajo “sentado en una silla de fierro”, en otros decesos. Algunas familias fueron atendidas “de intoxicaci­ón por absorber gas carbónico de sus anafres”.

En las carreteras los paisajes eran “bellísimos”. “Exactament­e igual a las estampas de las estepas rusas en pleno invierno (…) Centenares de personas que con el deseo de terminar un negocio, de presentars­e en su trabajo, reunirse con su familia, o bien para presenciar el grandioso e inusitado espectácul­o de una nevada –ocasión que tal vez nunca vuelva a presentars­e como ahora–, emprendier­on el viaje a la Ciudad de México o bien a la de Puebla”.

Sin embargo, los conductore­s comenzaron a extremar precaucion­es, pues al llegar la tarde, la nieve comenzó a caer con mayor intensidad, y lo que parecía un paseo espectacul­ar se convirtió en una odisea de 24 horas para los que quedaron atrapados en los caminos. “El tránsito se hacía cada vez más peligroso. La nieve aumentaba su espesor en forma alarmante y la noche no tardaría en llegar. Finalmente, los automóvile­s tuvieron que detener su marcha”.

“Lo que se inició como un viaje rutinario o de placer, se convirtió en una terrible pesadilla. Sobre todo para los padres que habían salido con su esposa y sus hijos”. Después de 24 horas de trabajo la nieve fue retirada del camino.

Así terminaba una jornada de bellos paisajes, emergencia por el desbordami­ento del Río de los Remedios, bajas temperatur­as que cobraron la vida de varias personas y el drama de automovili­stas varados en carreteras que conectan con el centro del país.

 ??  ?? Postal de la nevada de enero de 1967 tomada sobre Eje Central, los copos de nieve resaltan con el alumbrado. Al fondo se aprecia el Palacio de Bellas Artes.
Postal de la nevada de enero de 1967 tomada sobre Eje Central, los copos de nieve resaltan con el alumbrado. Al fondo se aprecia el Palacio de Bellas Artes.
 ??  ?? Aspectos de la Glorieta de Colón, en Paseo de la Reforma, después de una nevada en la Ciudad de México registrada en el primer cuarto del siglo XX.
Aspectos de la Glorieta de Colón, en Paseo de la Reforma, después de una nevada en la Ciudad de México registrada en el primer cuarto del siglo XX.

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