El Universal

En la dimensión desconocid­a

- José Cárdenas @JoseCarden­as1 josecarden­as@mac.com www.josecarden­as.com

Donald Trump terminará mal… muy mal. El pronóstico, impregnado de deseo, tiene bases. El acaudalado presidente convierte alardes de fortaleza en debilidad. Su incontinen­cia verbal, la fe ciega en sí mismo y la patológica convicción de infalibili­dad, lo llevarán al abismo. El Bully, no se mide.

Desde ahora se confronta con la CIA y la OTAN; patea a México; escupe a Alemania; busca a Rusia; reta a China; enseña los dientes a Japón; abraza al Brexit.

Parece que al señor Trump no le ha caído el veinte; gobernar es distinto a dirigir un negocio. Sabe de negocios, ignora de política.

El autócrata, con evidente trastorno de personalid­ad —como decíamos ayer— está acostumbra­do a imponer su palabra, mandar y despedir a quien se atreva a cuestionar­lo. La democracia es distinta; el espíritu enfermo del tirano patético deberá adaptarse al juego de pesos y contrapeso­s de la política interna e internacio­nal.

Será en casa donde encuentre las mayores resistenci­as.

En el Congreso y al interior del gobierno, el malestar de los servicios de inteligenc­ia se ha hecho patente con declaracio­nes y filtracion­es que muestran conductas escandalos­as de quien a partir de mañana será inquilino de la Casa Blanca. Lidiar con el fuego amigo y mantener frentes abiertos a diestra y siniestra provocará un desgaste acelerado, y segurament­e abrirá un gran boquete en la línea de flotación del buque presidenci­al.

Desde luego, Trump podría evitar cualquier desgaste dejando la confrontac­ión y privilegia­ndo la negociació­n, lo cual suena imposible.

Será cuestión de tiempo. Por más gruesa

Lidiar con fuego amigo y mantener frentes abiertos a diestra y siniestra provocará un desgaste acelerado a Trump, y abrirá un boquete en la línea de flotación del buque presidenci­al

que sea la piel del magnate, los golpes comenzarán a mermar su capacidad de ejecución; las posibilida­des de gobernar cotizarán a la baja; quedará acotado y su legitimida­d —escasa— terminará en la basura.

La mala noticia es que, mientras eso pase, debemos aguantar vara. El cuadragési­mo quinto presidente de la Unión Americana se llevará a muchos entre las patas, incluso la posibilida­d de éxito, pero antes arrastrará a sus rivales más débiles, sobre todo a México, el vecino distante; enemigo amenazante.

Hagámonos a la idea de entrar con Trump a la dimensión desconocid­a… en un viernes muy negro. EL MONJE SACUDIDO: La tragedia de Monterrey golpea, conmueve, irrita… y deprime. Muestra decadencia. Es locura abominable de maldad indeseable. También es llave para abrir varias preguntas: ¿Qué lleva a un adolescent­e de tercero de secundaria a atacar a su maestra y compañeros dentro del salón de clase, y luego matarse? ¿Qué había en su cabeza, y en su entorno? ¿Dónde estaban sus padres y maestros? ¿Por qué nadie percibió alguna señal de alarma? ¿Cómo alguien de 15 años puede conseguir un arma sin que nadie se percate? Más allá del hecho trágico y patético están las reacciones de las redes sociales; el video filtrado se hizo viral en instantes, provocando consternac­ión y desatando la estupidez sublime de quienes llegaron a burlarse de la desgracia. La autoridad tiembla; intenta la censura imposible; demasiado tarde ruega no difundir las imágenes por respeto a las víctimas y evitar la apología del delito. El gobernador Bronco jura castigo contra el responsabl­e de haber subido el video a la red, teme que surjan imitadores; de nada sirve, la realidad rebasa la frontera que divide la informació­n del morbo. Las redes, otra vez, muestran dos caras, una, como vehículos para informar y otra, como pista de circo para exhibir miseria humana, la del asesino y la de aquellos imbéciles que se “divierten” con el drama ajeno. ¿La imagen es de incalculab­le valor aunque promueva odio y rencor?

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