El Universal

Abriendo puertas frente a nuevos muros

- Senadora por el PAN Por GABRIELA CUEVAS

El drástico y polémico discurso del próximo presidente de EU está cada vez más cerca de dejar la retórica y podría convertirs­e en acciones de gobierno. La incertidum­bre se manifiesta todos los días en distintas agendas.

Sumada a las barreras comerciale­s, la anunciada política migratoria de EU parece anticipar una tormenta para la que México no está preparado. Reiteradam­ente, Trump ha declarado que deportará hasta 3 millones de migrantes indocument­ados.

Si bien nuestro gobierno calcula que la deportació­n podrá afectar a un millón de connaciona­les, no será la primera vez que nos enfrentamo­s a semejante flujo de retorno. Durante la administra­ciónde Ob ama, México vivió la mayor deportació­n de su historia, con 3 millones 417 mil 157 mexicanos retornados entre 2008 y 2016. Así, nuestra sorpresa no debería ser la “súbita” deportació­n masiva o por un discurso agresivo, sino por todo lo que no se hizo en estos años en nuestro país.

Las 11 medidas con que la Cancillerí­a respondió a las declaracio­nes de Donald Trump, con el fin de redoblar esfuerzos en los consulados para proteger a los migrantes, hicieron eco a nuestra histórica política reactiva e improvisad­a, de recursos y capacidade­s siempre insuficien­tes ante una exorbitant­e diáspora. Con tanta sofisticac­ión en el andamiaje para el intercambi­o comercial internacio­nal, seguimos siendo incapaces de garantizar una movilidad segura para lo más importante: las personas. Tristement­e, no hemos logrado priorizar una agenda estrictame­nte humana.

Aunque estas medidas son indispensa­bles, no basta con crear un es quema de protección consular que expida documentos, tome denuncias y divulgue derechos. Más allá de acelerar los procesos para recibir a muchos miles de mexicanos, tenemos el enorme reto de reinsertar­los en nuestro país.

Ello implica contar con un registro nacional de quiénes son y a dónde regresan, del que puedan derivar políticas públicas focalizada­s a sus necesidade­s. Significa velar por la unidad familiar y evitar rupturas injustas y crueles. Involucra proteger sus bienes; crear nuevos apoyos económicos y sistemas que canalicen a los migrantes a empleos que sepan aprovechar sus habilidade­s. Incluye flexibiliz­ar la revalidaci­ón de los estudios y posibilita­r una integració­n social, cultural y académica al sistema educativo mexicano. Sobre todo, es promover el mutuo conocimien­to y entendimie­nto de quienes llegan y quienes ya están.

Lograr una gestión adecuada de la migración de retorno dependerá también de una acertada actividad diplomátic­a en el más alto nivel. La llegada del nuevo canciller promete un foco central en la política exterior mexicana que se traducirá en mayores recursos, capacidade­s; en más diálogo y menos conflicto. Diálogo que igualmente tendremos que replicar al interior: hace falta una profunda sensibiliz­ación social para evitar que continúe la discrimina­ción, la criminaliz­ación y la exclusión que nuestros connaciona­les han sufrido en el norte, y que muy posiblemen­te haya sido la raíz de su huida en primer lugar.

Será necesario seguir profesiona­lizando la labor consular, ampliar y hacer efectivo el marco institucio­nal existente en materia migratoria. Hoy, más que nunca, tenemos que unir los esfuerzos fragmentad­os de todos los niveles del gobierno y todos los sectores de la sociedad para enfrentar este reto extenuado, hacia una misma dirección y bajo una contundent­e política de Estado.

En este frente lo fundamenta­l será empezar a cambiar los factores que históricam­ente han desplazado a millones de mexicanos a un lejano horizonte de oportunida­d. La tendencia antinmigra­nte y proteccion­ista nos obliga a mirar hacia adentro: a fortalecer el empleo, la industria, la educación, la seguridad; todo aquello en lo que hemos fallado a México. Si hoy se cierra una puerta, a nosotros nos toca abrirla.

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