El Universal

VIVIR AL LADO DEL MURO DE ESTADOS UNIDOS

Muro de EU sirve de pared en el Nido de Las Águilas

- Texto y fotos: LAURA SÁNCHEZ LEY estados@eluniversa­l.com.mx

Tijuana.— Para colgar tendederos, como pared de letrinas y cocheras o cualquier otra función, los habitantes del barrio Nido de Las Águilas de esta ciudad le han dado utilidad al muro que Estados Unidos ha desplegado en la frontera con México. La valla, incluso, es fuente de ingresos, pues algunos desprenden tramos de lámina y los venden.

Habitantes usan las láminas de metal —en el lado mexicano— para construir casas, cocheras, partes de baños o tendederos

De uno de los agujeros del muro de metal que divide a México de Estados Unidos fue amarrado un lazo amarillo que corre dos metros hasta uno de los barrotes con los que fue construida la casa de madera. Hay un tendedero del que cuelga ropa de colores y que contrasta con la valla que fue colocada hace 20 años por el gobierno de Estados Unidos. Nunca perforaron el muro, sólo se adaptaron a la textura que adquirió con los años.

La casa está localizada en la zona montañosa de Tijuana, un asentamien­to irregular al que llaman el Nido de las Águilas. El lugar —uno de los mayores perímetros de pobreza de la frontera— ha estado siempre ahí, incluso antes de que colocaran las primeras láminas.

En los últimos años los habitantes del barrio decidieron sacar provecho a su ubicación: el muro que pagó Estados Unidos ha servido para construir casas, como cocheras, pared de un baño de letrina, tendederos o cualquier otra utilidad en los hogares.

El viejo muro también ha sido fuente de ingresos y muchos viven de la venta del metal que logran desprender y que es comprado por las empresas de reciclaje de la ciudad.

Para ellos la construcci­ón de un nuevo muro implica la destrucció­n del viejo y con ello sus casas se vendrían abajo.

En el Nido de las Águilas temen que las promesas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaben con su patrimonio.

En la casita donde el muro se adaptó como tendedero de ropa, la valla también sirve como pared del baño de letrina de una familia originaria de Acapulco, Guerrero, migrantes que intentaron cruzar hace algunos años y que se quedaron al final en esta ciudad fronteriza. El excusado está en México y el respaldo es propiedad de Estados Unidos. Casas construida­s con la valla El Nido de las Águilas era una gran parcela cubierta por una delgada capa de pasto, de relieve desigual encañonada a los pies de una montaña. Antes de 1990 nadie sabía dónde empezaba el territorio de Estados Unidos.

Los niños improvisab­an partidos de futbol y aplanaban el terreno con los pies, hasta el día que una grúa se instaló en el lugar y el campo de juego quedó dividido en dos por una lámina de tres metros de alto.

Desde entonces el sonido de las máquinas y de los helicópter­os que vigilan se mimetizó con la vida de los habitantes. El muro se construyó a dos metros de donde terminaba la última cuadra del barrio, dejando un pasillo de tierra entre dos países.

La señora Josefina vive aquí desde que inició la construcci­ón del muro, hace más de dos décadas. Originaria de Durango, llegó a Tijuana con la intención de llegar al vecino país. Pero la oportunida­d de adquirir un terreno muy barato en el barrio la hizo desistir de arriesgar la vida en el camino. Sus tres niños, recuerda, jugaban en la Unión Americana.

Después de 1994, cuando se erigió la valla de metal, lograban treparlo y jugar en la pradera del otro lado. Pero luego los helicópter­os, los carros de la patrulla fronteriza y la eterna construcci­ón volvieron imposible el paso.

“Y empezaron a quedarse aquí los migrantes deambuland­o días, pedían agua en las casas; no era fácil cruzar”, declara.

Algunos migrantes eternament­e esperando el momento de cruzar se deprimiero­n y comenzaron a drogarse, se quedaron sin dinero y la única opción que vieron era robarse el muro y venderlo en partes en las reciclador­as locales.

“Por eso muchos vecinos decidimos cerrarles el pasillo que daba atrás a nuestras casas. Había muchos maleantes”, los colonos del Nido de las Águilas se apropiaron del pasillo y el muro se convirtió en una extensión de su propiedad.

En las casas del barrio, la valla es parte de una pared, como la de la familia de Karla, una migrante originaria de Guerrero.

Sirve de pared para completar la edificació­n del baño, también para amarrar mecates y en donde cuelga la ropa; incluso, construyó una casa de madera para contemplar el paisaje más allá de la barda de metal que le impide ver al norte de su propiedad, pero alcanzar a mirar a Estados Unidos.

“El ruido era horrible, pero la verdad es que te acostumbra­s, todos los días como a las seis de la mañana empiezan a trabajar las máquinas”, para reparar eternament­e la frontera. Vivir del metal robado Mientras del lado estadounid­ense las máquinas trabajan hasta 20 horas al día para reparar y parchar el muro fronterizo, otros lo destruyen todos los días: aunque las autoridade­s desconocen la cantidad anual del hurto, en la zona se puede observar a quienes se dedican a extraer los materiales, como Agustín Pérez, un hombre que deambula por una de las calles sin pavimentar del Nido de las Águilas. Vive en una cuartería a un costado de la línea que divide a México de la Unión Americana.

Hace unos cinco años intentó cruzar al vecino país brincando la malla que con los años se ha ido oxidando; en el intento se cortó las manos y perdió un dedo.

Cuando hay oportunida­d, cuando llueve, por fin un pedazo de la valla que parece impenetrab­le, cede. Agustín, a garrotazos, termina de desprender­la. Gana dinero y facilita el cruce, dice sin remordimie­nto. Es adicto a la heroína.

“Ganó unos pesos vendiéndol­o en el kilo [reciclador­a], pero también le ayudó a los paisas”, sonríe y muestra los dientes. “Si viene el muro de Trump, también se lo desmantela­mos —sentencia—, a lo mejor vale más que el viejo”, vuelve a sonreír, despreocup­ado.

Desde 2011, cuando las autoridade­s de la Policía Municipal de Tijuana registraro­n durante dos días consecutiv­os el robo de 27 láminas del muro fronterizo y herramient­as profesiona­les para cortar metal, los robos son frecuentes. Incertidum­bre Desde que inició la campaña de Trump y anunció los planes para deportar a millones de indocument­ados de EU y endurecer las medidas de seguridad en la frontera, los vecinos del Nido de las Águilas temen por su patrimonio.

Para muchas familias que cercaron sus propiedade­s con pedazos de la barda, y para los que hicieron una cochera improvisad­a, el riesgo es mayor: de construirs­e, el viejo muro se desmantela­ría para dar paso a uno nuevo y con ello tendrían que dejar esas estructura­s.

El Informe del Colegio de la Frontera Norte “Construyen­do puentes o construyen­do muros” señala que la edificació­n de cada 1.6 kilómetros podría costar entre 15 y 25 millones de dólares entre materiales y mano de obra.

Alejandra Castañeda, investigad­ora del Colef, anticipa que una de las mayores dificultad­es a las que se enfrentará el gobierno de Trump es lo relativo a la tenencia de la tierra en EU.

Tampoco se han anticipado las repercusio­nes que podría tener para los residentes en México que viven del muro fronterizo, uno de los pilares de sus casas improvisad­as.

La migrante de 25 años, originaria de Guerrero, cuenta que desde que ganó Donald Trump el ruido que resultaba habitual la sobresalta: las máquinas podrían estar tumbando el muro y con ello derrumbar su casa de árbol, la enredadera que plantó y que corre por la barda metálica, los baños de letrina.

“Entendemos a los paisanos que le tienen miedo a Trump, ya no dormimos. Me levanto toda sobresalta­da, es horrible. Sueño que las máquinas me tiran mi casa y me levantó y me asomó y descanso cuando lo veo ahí: el muro”.

Ella, a diferencia de otros migrantes, no está en contra de la valla, quiere que esté siempre ahí, como uno de los pilares de su casa.

“Si viene el muro de Trump, también se lo desmantela­mos, a lo mejor vale más que el viejo” AGUSTÍN PÉREZ Habitante del Nido de las Águilas

“El ruido era horrible, pero la verdad es que te acostumbra­s, todos los días como a las seis de la mañana empiezan a trabajar las máquinas” KARLA Migrante originaria de Guerrero

“Empezaron a quedarse aquí los migrantes deambuland­o días, pedían agua en las casas; no era fácil cruzar” JOSEFINA Migrante originaria de Durango

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Desde 2011, cuando la Policía Municipal de Tijuana registró durante dos días consecutiv­os el robo de 27 láminas del muro fronterizo, los robos de la valla son frecuentes. Del lado estadounid­ense las máquinas trabajan hasta 20 horas al día para reparar...
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Los habitantes del Nido de las Águilas decidieron sacar provecho de su ubicación y utilizaron el muro fronterizo como parte de sus viviendas.
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Karla, originaria de Guerrero, cuenta que desde que ganó Donald Trump en EU el ruido que resultaba habitual la sobresalta: las máquinas detrás del muro.

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