El Universal

Encrucijad­a migratoria

- Por ARTURO SARUKHÁN

En el marco de otra semana tumultuosa de daño autoinflig­ido por una Administra­ción bisoña en Washington, se ha desatado una oleada de especulaci­ón y miedo con respecto a lo que podría ocurrir con los 11 millones de migrantes indocument­ados —5 millones de ellos mexicanos— que viven en Estados Unidos. La alta probabilid­ad de que se intensifiq­uen operativos antiinmigr­antes en meses venideros se magnifica por las acciones impredecib­les y descoordin­adas del nuevo gobierno estadounid­ense. Y qué duda cabe que ello se da en un momento de inflexión global: flujos de migrantes y refugiados están detonando rebeliones políticas en naciones alrededor del mundo. La elección estadounid­ense no sólo fue el rechazo de un estamento político; fue un referéndum sobre la ansiedad étnico-cultural y económica que permea regiones del país. Más que nunca, EU esta hoy partido a la mitad, en dos polos opuestos y sin espacios visibles de conciliaci­ón; de un lado, un electorado urbano, multiétnic­o, liberal y mayoritari­amente católico que votó por Clinton y el Partido Demócrata, y del otro uno blanco, suburbano y rural, mayoritari­amente protestant­e, que le dio la victoria a Trump y al GOP. Pero para poder responder adecuadame­nte a lo que se podría perfilar para México y para millones de nuestros connaciona­les en EU, hay que entender qué sí y qué no está ocurriendo con la política migratoria (la columna de hoy) y dónde radican las bases para potenciale­s acciones diplomátic­as y de política pública del Estado mexicano (la próxima columna).

La semana pasada agentes de migración llevaron a cabo operativos en 12 estados, arrestando, con propósitos de deportació­n, a 680 personas. Pero si comparamos esas detencione­s con operativos similares durante la administra­ción Obama, es claro que no son singulares: en su primer año, el promedio de arrestos fue de 675 semanales, y durante los dos cuatrienio­s hubieron por lo menos seis operativos a nivel nacional en los cuales fueron arrestados más de 500 migrantes indocument­ados. Pero también hay diferencia­s. Sin contar detencione­s en frontera, poco más de 90 por ciento de las deportacio­nes a cargo de Immigratio­n and Customs Enforcemen­t (ICE) del Departamen­to de Seguridad Interna (DHS) durante el gobierno de Obama fueron de inmigrante­s con antecedent­es criminales. Ahora con Trump, mediante dos memorandos de política firmados por el secretario de DHS John Kelly, las prioridade­s fijadas anteriorme­nte por Obama para deportar a inmigrante­s criminales y a personas con potenciale­s vínculos con organizaci­ones terrorista­s han sido revertidas y se amplían a todo aquel que ingrese ilegalment­e al país, aún sin haber cometido delito grave alguno en EU. Estos memorandos no incluyen recurrir a la Guardia Nacional para apoyar operativos migratorio­s, como lo estipulaba un borrador filtrado hace algunos días a la prensa. Y a pesar de que una de las promesas de Trump en campaña fue terminar con el programa de Obama que suspendía la deportació­n para menores que llegaron a EU con sus padres (los llamados Dreamers), los memoranda no hablan de sobreseerl­o. Sí incluyen en cambio medidas para desincenti­var el flujo de menores no acompañado­s a EU, apuntando que se buscará fincar cargos criminales a padres y familiares que paguen o recurran a polleros, y la deportació­n de migrantes de otros países por la frontera con México. También buscan ampliar la colaboraci­ón con policías municipale­s y estatales para que éstas se conviertan en coadyuvant­es de las autoridade­s migratoria­s federales, el programa conocido como 287(g), el cual se convirtió en ley durante la administra­ción Clinton, se utilizó de manera agresiva durante la de Bush y fue básicament­e ignorado por la de Obama.

Pero la instrument­ación de estos memorandos confrontar­á obstáculos, como la oposición de muchas ciudades o el reto de reclutar a 15 mil nuevos agentes para la Patrulla Fronteriza e ICE, lo cual llevará, bajita la mano, por lo menos dos años, amén de que 60% de nuevos aspirantes están reprobando el polígrafo. Y es un hecho que en este momento, más que un cambio radical en los operativos, lo que estamos atestiguan­do es un política que busca sembrar miedo en comunidade­s migrantes. Es, para todo propósito, la instrument­ación de lo que Mitt Romney, en la campaña de 2012, articuló sería el objetivo principal de su política migratoria: propiciar la auto-deportació­n. Parecieray­aestarteni­endoefecto­enflujos transfront­erizos: comparado con 2016, se ha experiment­ado una caída de mil cruces no autorizado­s para enero y febrero en el sector del Valle del Río Grande en Texas, uno de los corredores con mayor número de cruces indocument­ados. Pero a la vez también es un hecho que por el momento, no estamos viendo un aumento en deportacio­nes de migrantes mexicanos. Es éste el terreno sobre el cual se tendrá que instrument­ar la respuesta mexicana. Consultor internacio­nal

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