“La lengua es la raíz del ser”: León-Portilla
“Los pueblos indígenas nunca deben perder su alma, su lengua materna mesoamericana, es un tesoro”, exhortó Miguel León-Portilla en la inauguración del Encuentro Nacional de Experiencias de Desarrollo Lingüístico en El Colegio Nacional, a propósito de la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna, declarado por la UNESCO.
En la conferencia que León-Portilla dio vía streaming por asuntos de salud, recalcó la importancia de la preservación de las 68 lenguas maternas del país, debido a que hoy en día más de la mitad se encuentran en peligro de extinción.
Explicó que el lenguaje es fruto de una evolución biológica de miles de años, además de ser una cualidad innata del hombre. “Es lo que el ser humano recibió de su madre y por lo tanto, naturalmente lo recibe de un modo espontáneo para pensar y comunicarse. Si uno pierde su lenguaje materno, es como si le sacarán el alma”, dijo el historiador, quien habló del problema que enfrentan aquellos que sólo hablan su lengua materna y llegan a perderla, “la lengua es el camino en el mundo y perderla sería una verdadera tragedia”.
Según estadísticas del INEGI, en México hay 7.4 millones de personas hablantes de lengua indígena, que representan 6.5% de la población total del país. Además, 13 de cada 100 sólo pueden expresarse en su lengua materna.
Añadió que México debe luchar para que los pueblos indígenas se comuniquen en español y en su lengua originaria; así tendrán dos posibilidades de acercarse y simbolizar el mundo. “No podemos mutilar a la humanidad para que hable una sólo lengua, son manantiales de ideas, y las ideas de creatividad. Hay personas que dicen que la lengua es la patria, yo diría que es la raíz del ser para pensar”, señaló. alturas del empobrecimiento del vocabulario, pues estuvo entre las preferidas por los tratadistas de la pintura, práctica donde el talento de Bernal Granados sobresale en los ensayos sobre Caspar David Friedrich, Paul Cezanne, Thomas Eakins, Stanley Spencer y Lucian Freud, algunos iconólogos del fracaso, sin duda; otros vitalistas desengañados y violentos como el nieto del inventor del psicoanálisis, en cuyas relaciones con su abuelo, en beneficio de mi ignorancia, debió insistirse en éste libro de Bernal Granados, quien “narra” la pintura con una facilidad insólita en las últimas generaciones, donde el escritor–que–mira, a la manera de Paz, Fuentes o García Ponce, se ha esfumado casi por completo. Hay excepciones como la de Jaime Moreno Villarreal, quien como Bernal Granados, le da importancia, en su afinidad con lo exquisito, a su origen familiar en un hogar sin libros.
Tan anacrónico se siente Bernal Granados que en La guerra fue breve (2009) narra, divertido, su encuentro, vaya a saber yo si fabuloso o no, con su némesis, un crítico que lo acusa de “mitificar lo ya mitificado (en sus llamadas a Proust, Gide, Oscar Wilde) y de haber gravado la nómina de las letras mexicanas con un libro aditivo, de una asepsia inigualable, sin mal aliento”. Cada generación, todo autor bien nacido, mitifica lo mitificado (eso es la tradición) y sólo a ciertos halitosos geniales, a veces, se les da la desmistificación, bienvenida por escasa, gravosa, ella sí, para quien sólo cobra en la nómina como alborotador. Gabriel Bernal Granados ejerce, como lector, el buen gusto, aborrecido en toda época y lugar, como el mal aliento.