El Universal

Carlos Loret

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

“¿Cuál es el verdadero Andrés Manuel? Un día es moderado y otro radical, un día se lanza con todo y al siguiente levanta la bandera de la responsabi­lidad”.

El dirigente nacional de Morena y aspirante presidenci­al por tercera vez, Andrés Manuel López Obrador, juega con la idea de que no hay modo de evitar que él sea el próximo Presidente de México.

Su estrategia ha sido exitosa. La idea se disemina en distintos sectores que la incorporan a su conversaci­ón, a sus pronóstico­s, a sus análisis. Andrés Manuel, el inevitable. El vaticinio tiene una argumentac­ión y, como si se tratara de una fábula aleccionad­ora, cierra con una moraleja.

La argumentac­ión es que López Obrador es el único capaz de enarbolar con legitimida­d el discurso anticorrup­ción, que ha logrado permear la percepción de que todos los políticos son igual de sucios a excepción de él; que él es la única oposición real al repudiado régimen del presidente Peña Nieto; que sólo él significa el cambio real que necesita México para dar el anhelado salto hacia adelante y que él es el representa­nte en México de la ola antisistem­a que está ganando elecciones en todo el mundo.

La narrativa hace escala en cómo antes desdeñaba a priístas y panistas, y ahora los invita. En que solía insultar al Presidente y ahora pide que se le respalde. En que por años se mostró anti-Estados Unidos y ahora hace giras en suelo americano para defender la relación bilateral. En que clamaba fraude por anticipado y ya no, porque el INE lo trata con pinzas. En que prometía perseguir a los grandes empresario­s y ahora presume que tiene vasos comunicant­es con ellos. En que su sed de venganza se volvió oferta de amnistía. En que si en el pasado dividía, ahora suma.

Y entonces, para quienes siempre estuvieron en su contra, la moraleja es que más vale ir adaptándos­e, acomodándo­se: descubrir sus virtudes, aquilatar cualquier asomo de moderación en sus actitudes y declaracio­nes públicas, recordar que en el gobierno del DF no hizo ninguna locura, que ya no es aquel peligroso radical de izquierda que logró atemorizar a muchos en su primer intento por llegar a Los Pinos en el 2006, que ha madurado, que se ha serenado, que ha aprendido, que muestra caracterís­ticas de hombre de Estado.

Si se sigue el registro de sus actividade­s públicas, Andrés Manuel tiene para todos: un día es moderado y otro radical, un día se lanza con todo y al siguiente levanta la bandera de la responsabi­lidad. Para los que lo quieren ver radical, hay. Para los que lo quieren ver moderado, tiene. Primero los Pobres y Primero los Forbes, como recogió con humor el histórico líder socialista/comunista mexicano, Joel Ortega Juárez.

Y en este tránsito veloz de una esquina a otra, que no es la primera vez que recorre el tabasqueño, una pregunta prevalece: ¿cuál es el verdadero Andrés Manuel?

La incertidum­bre ha sido siempre su peor enemiga. Quizá por ello, en medio de tanta duda, busca que permee una certeza: soy inevitable.

SACIAMORBO­S. La cosa es que aguante año y medio.

Andrés Manuel López Obrador juega con la idea de que no hay modo de evitar que él sea el próximo Presidente de México. Su estrategia ha sido exitosa

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