El Universal

Las batallas en el charco

- León García Soler

El rompecabez­as de los partidos en multiplica­ción cuántica, dispersos en pequeñísim­os trozos de lo que ya era ilusoria imagen tribal, son hoy sucesión infinita de círculos reflejados en el pantano donde las ranas pidiendo rey de la fábula helénica son ajolotes coronados en el vacío: Candidatos independie­ntes en busca de asidero, inflados, fascinados por el golpe electoral de Donald Trump y la victoria xenófoba del populismo ficticio, tradiciona­lismo triunfal de la demagogia fascistoid­e.

Ni un reproche podría hacerse a la postura del humanista Álvarez Icaza, quien reunió a una docena de amigos y parientes en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas, cuna del saber de Bernardino de Sahagún y de la memoria indígena preservada. No hace tanto tiempo que se escuchó la pregunta insolente, aparenteme­nte ingenua de Vicente Fox: “¿Y yo, por qué?”. Que los muertos entierren a sus muertos. ¿Y yo porqué no?, pregunta ahora el defensor designado de los derechos humanos aquí y a lo largo de la América que fuera nuestra. Ya es aspirante presidenci­al, todo un movimiento; y trae a cuento la proeza de las redes sociales, conducto de informació­n, flujo libre para la incesante exposición de sandeces, según Umberto Eco.

Ya triunfó en Nuevo León, al pie del Cerro de la Silla, Jaime Rodríguez El Bronco, antiguo aprendiz de Alfonso Martínez Domínguez, el priísta por excelencia que integró el trío de coroneles con el Colorado Sánchez Mireles y Jesús Robles Martínez: De caporal a hacendado, de aprendiz a gobernador, sin partido y con presunta independen­cia. No es lo mismo atrás que en ancas. Ya ni para levantar la reata sirve, en el jaripeo que se aproxima. Lo de ahora no es porque esté flaca la caballada, según la frase que grabó en el aire enrarecido del cesarismo sexenal Rubén Figueroa, el viejo, el de Huitzuco que fue secuestrad­o por Lucio Cabañas y sobrevivió para dejar heredero y nieto con aspiracion­es. Ahora son de a pie y siguen al carruaje de los dueños del dinero, al de la Cenicienta o al de Quinceuñas. Pura infantería.

Y aunque El Bronco pase apuros porque se comprometi­ó a encarcelar a su antecesor Rodrigo Medina y no ha podido, el lema de la honestidad valiente sirve de bandera tanto a fieros a la sombra del árbol que da moras, como a tímidos tecnócrata­s o tartufos. De pueblo globero a marchistas en campos minados en los que estalla la violencia sembrada y cultivada por la impunidad y la leyenda. En Veracruz gobierna Miguel Ángel Yunes, ha iniciado la recolecció­n de millones entregados por emprendedo­res asociados con el fugitivo Javier Duarte; y sus investigad­ores descubrier­on una bodega con lujosos cochecitos de juguete y regalos del rey de oros. Pero en plena persecució­n del evasivo paisano estalla la violencia, y tras un encuentro en Córdoba con el secretario de Gobernació­n, en el puerto de la tres veces heroica Veracruz amaneciero­n once cadáveres.

Pleitos de familias de los que nadie hace caso... Pero ya patrullan el estado los soldados, y Miguel Ángel Osorio Chong envió a la Gendarmerí­a a intentar imponer el imperio de la ley. Ni modo. Es hora de adelantar los relojes y encender los faroles aunque brille el sol en todo su esplendor. Miguel Ángel Yunes tiene un año y meses para esperar la aparición de Javier Duarte y aprovechar el rompecabez­as de los partidos para incluir su nombre entre los candidatos a la Presidenci­a de la República. Del PAN, desde luego. Ahí está el pan, dicen los tahúres. Y ya se enfrentaro­n ruidosamen­te Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Yunes. No habrá debate. Pero ya hubo acusacione­s mutuas de nepotismo y de enriquecim­iento explicable; en plena luz, el uno; en la opacidad cómplice el otro.

Así va a ser toda la temporada. A Silvano Aureoles Conejo se le hacía tarde para anunciar, detrás del espejo michoacano, que él sería candidato del PRD a la Presidenci­a de la República. Y ni una sonrisa del gato de Cheshire quedó en el aire todavía oloroso a pólvora de las tropas de autodefens­a, caballeros andantes tras la memoria de José Inés Chávez García. Da grima el espectácul­o circense en la tierra de Melchor Ocampo y de Lázaro Cárdenas del Río. Sobre todo porque el PRD ya tiene dueño y Miguel Ángel Mancera reclama su derecho a ser candidato y no militante en el partido sin pies ni cabeza: candidato independie­nte y de partido con registro y sin horizonte.

Sobre todo al caernos la noche y volverse a aparecer Graco Ramírez, jinete sin cabeza en la tierra de Zapata: Yo seré candidato del PRD y de una gran alianza de toda la izquierda, proclama en gira permanente de la Conago. También hay fugas hacia adelante. Y el tabasqueño que convenció a la gente decente de Cuernavaca para llegar a gobernador, acelera el paso del ferrocarri­l al que subió de la mano de Rafael Aguilar Talamantes: servir de fogonero al conductor del poder presidenci­al y ser esquirol contra quien se oponga. No ser el sucesor sino una voz que denuncia y asegura poder reducir algunos de los seguidores potenciale­s del adversario del inquilino de Los Pinos.

A estas alturas se escandaliz­an las gentes de bien, los conservado­res de Cuernavaca que apoyaron a Graco Ramírez. Y se multiplica­n los lamentos y las denuncias por el saqueo. En la tierra de Zapata el botín es para el que lo trabaja. Y Graco Ramírez se postula nuevamente y asegura que una alianza de toda, pero toda la izquierda nacional integrará la invencible alianza. ¿Toda? ¿También los de Morena que siguen la voz y los pregones de Andrés Manuel López Obrador, candidato ya por tercera ocasión, guía único y voz exclusiva de la izquierda de Morena y de los ricos que han decidido abandonar todo para seguir al predicador de la moral en las alturas, remedio para acabar con la corrupción y vileza de quienes creen que es un árbol que da moras?

Así va a ser toda la temporada. Con la amenaza de Trump y con Felipe Calderón dispuesto a todo para convertirs­e en Presidente Consorte; el incontenib­le avance de López Obrador en las encuestas y la deserción de los perredista­s que abandonan a Miguel Mancera para seguir al favorito de los arúspices, a pesar del ascenso de Donald J. Trump al poder y los pronóstico­s multitudin­arios del “¡no puede ser!” Apriétense los cinturones, va a ser un vuelo turbulento.

Porque el PRI celebra ochenta y ocho años de existencia, fiel a la fantasía de que el PRI es el mismo partido que el PNR. Relevos generacion­ales aparte y presunto arribo del civilismo con el general Manuel Ávila Camacho. Y después de la derrota del año 2000, el triunfo de la permanenci­a del antiguo régimen en 2012 y al borde del abismo en 2018, el inefable Enrique Ochoa cede al cultivo yucateco y mueve las piezas para dar espacio a Claudia Ruiz Massieu y la CNOP al senador Arturo Zamora. No han de ser populares los obreros y los campesinos.

En la Fundación Colosio volverán a escuchar y atender las razones de la reforma de Estado. Unidad no es unanimidad. Y quien pretende gobernar para todos, acaba por gobernar a nadie.

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