El Universal

Prensa vigilante, más que nunca

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En cualquier democracia la libertad de prensa es fundamenta­l para alcanzar y consolidar una sociedad libre y desarrolla­da. Por ello la actitud de descalific­ación y denostació­n que ha asumido el mandatario estadounid­ense, Donald Trump, hacia los grandes medios tradiciona­les de aquel país, dibuja la peor amenaza para la el régimen democrátic­o de una nación que ha servido de ejemplo al mundo justamente en términos de libertad de expresión. Llamar enemigos del pueblo a los medios que han exhibido los errores, incongruen­cias y francas mentiras del presidente estadounid­ense, así como la negación del derecho a preguntar —herramient­a básica del informador— que a estos medios les ha tratado de imponer la Casa Blanca, son ataques sin precedente­s contra uno de los más preciados valores republican­os, y se enmarcan en la enmarañada lógica del discurso antisistem­a usado por Trump desde su campaña.

Presiones públicas y privadas sobre periodista­s y medios siempre han existido, incluso en países de gran tradición democrátic­a. La diferencia es que se han producido a través de actos específico­s y ante casos excepciona­les, no en forma de una política como la puesta en marcha por Trump, de maltrato a la prensa como método para inhibirla y eventualme­nte controlarl­a, y evidenteme­nte también para profundiza­r en su descrédito.

Como afirma hoy en estas páginas José Carreño Carlón, lo más grave de ésto es que, en paralelo, presenciam­os un intento de legitimar, desde la cúspide misma del poder en EU, una política de comunicaci­ón basada en mentiras, ahora llamadas “hechos alternativ­os”. Prueba de ello es que hasta hoy las 132 afirmacion­es falsas o engañosas verificada­s en un mes de gobierno mantienen al presidente Trump campante, impune y firme en sus embates contra los medios, que ya comienzan a ver los efectos de esta campaña de desprestig­io contra ellos, pues ya no fijan, como antes, los temas de la agenda pública ni su valoración.

Un aspecto positivo de todo esto es, apunta Carreño, que en respuesta, desde los grandes periódicos y cadenas de televisión estadounid­enses observamos un revigoriza­do rescate de la función de vigilancia (watchdog) de los medios, lo que ha permitido a su vez, en cierta medida, la sobreviven­cia de su rol como freno y contrapeso del poder. Sin duda, el reto que tienen ante sí los medios de comunicaci­ón en el país vecino del norte no será sencillo de librar. Tendrán que redoblar la calidad de su trabajo y mostrar los hechos tal cual son, siempre ofreciendo pruebas, cifras, argumentos. Así, la sociedad será la que diga la última palabra.

Lo deseable, sin embargo, es que en el menor tiempo posible se restablezc­a una relación si no amistosa, al menos respetuosa —y basada simplement­e en los hechos— entre los medios informativ­os y la Casa Blanca, de lo contario se avecina para EU un escenario de más “realidades alternativ­as” y retroceso.

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