El Universal

Remoto y espléndido

Mongolia Interior es la puerta de entrada al fascinante desierto de Gobi, al encuentro con la vida de pastores nómadas y la pasión por los vinos

- Por CARLOS BORBOA carlos.borboa.s@gmail.com

WUHAI.— Figuras de caballos en infinitos pastizales, nómadas cazando con aves rapaces y guerreros vestidos al estilo de Gengis Kan vienen a la cabeza con solo pronunciar su nombre. Al pisar Mongolia Interior –franja que abraza los territorio­s más australes de Mongolia y que posee el estatus de región autónoma de China– la imagen toma otra dimensión. Alguna vez, parte del imperio más extenso de la historia, Mongolia Interior es tierra de contrastes. En un extremo del Río Amarillo uno puede hallar grupos de nómadas que aún hoy recorren la vieja Ruta de la Seda; del otro lado, modernas ciudades aparecen como espejismos futuristas. Sin duda, es un destino que debe visitarse una vez en la vida.

Un día en el Gobi

Si algo puede presumir Mongolia Interior es su vasta colección de paisajes desérticos. La región autónoma china es puerta de entrada al fascinante desierto de Gobi, plagado de dunas arenosas y llanuras repletas de hierbas aromáticas.

En Bayanmuren Sumu, ciudad en el medio del Gobi y el desierto de Ordos, las caravanas con camellos esperan la llegada de turistas para recorrer las majestuosa­s dunas de arena. Por menos de 200 yuanes (560 pesos), guías locales ofrecen paseos cortos a través de los áridos caminos que dieron vida a la Ruta de la Seda. Hacerse una selfie con el desierto de Gobi de fondo es una oportunida­d que pocos dejan pasar.

Parta los viajeros más intrépidos también hay experienci­as de inmersión en la cultura mongola. Visitas a campamento­s de nómadas, degustacio­nes de platos típicos y estancias nocturnas en el desierto pueden coordinars­e fácilmente con guías locales.

Viñedos mongoles

Desde el momento en que uno aterriza en el aeropuerto de Wuhai, epicentro cultural y económico de la región autónoma, es posible darse cuenta de la intensa pasión que tienen los mongoles por el vino.

Sí, por extraño que parezca, Mongolia Interior ha logrado convertirs­e en un referente de la producción de vinos, no solo en China, sino en varias regiones del mundo. A lo largo de todo el territorio, es posible hallar bodegas inspiradas en los grandes châteaux de Francia y viñedos plantados al puro estilo toscano.

A las afueras de Wuhai, Chateau Hansen ofrece recorridos por sus 370 hectáreas de viñedos plantados, literalmen­te, sobre un mar de arena. En Wuda Qu, enclavada en la inmensidad del Gobi, la vinícola Shaen surge como un lujoso resort enoturísti­co dedicado a hospedar a amantes del vino de todo el mundo. Cada noche, la bodega organiza cenas temáticas en el desierto, con danzas y coros de tiempos de Gengis Kan.

A la orilla del Río Amarillo

Desde Dengkou hasta Wuhai, el Río Amarillo fluye a través de la inmensidad del Gobi. Su ribera, considerad­a la cuna de las antiguas civilizaci­ones chinas, forma pequeños brazos que se extienden entre las suaves dunas de arena, dando vida a auténticos oasis.

Desde el embarcader­o de Shanghai Bowan, en el centro de Wuhai, diariament­e parten pequeños navíos con turistas que buscan retratar el color de los jardines desérticos del Río Amarillo.

Los recorridos duran poco más de dos horas e incluyen un par de paradas para caminar sobre las montañas de arena; nadar en estos oasis está prohibido; sin embargo, hay libertad para sumergir los pies en sus pozas.

Para quienes aman los deportes acuáticos, la pequeña bahía de Zuoqi es parada indispensa­ble. Flyboard, kitesurf y esquí acuático se cuentan entre las opciones a contratar con pequeñas agencias ubicadas en el atracadero principal.

Mausoleo de Gengis Kan

La vida en Mongolia pareciera suceder bajo la mirada dominante de Gengis Kan. Al contemplar la corriente del Río Amarillo es imposible no pensar en el conquistad­or mongol, líder del imperio más extenso de la historia.

Al sur de Ejin Horo yace el Mausoleo de Gengis Kan. La leyenda cuenta que, durante una expedición, el conquistad­or llegó a un valle de increíble belleza; después de dedicarle un poema, decidió que éste sería su lugar de descanso eterno. Se dice que a su muerte, el líder del imperio fue enterrado en el lugar, mismo que se bautizó como Yijin Huoluo (Mausoleo del Señor).

La tumba de Gengis Kan reúne reliquias y objetos artísticos en una serie de construcci­ones inspiradas en los campamento­s mongoles. Pero no contiene restos humanos, solo tocados y algunos accesorios. ¿La visita obligada? El Palacio Principal, un octágono de 26 metros de altura que alberga murales y una estatua de jade blanco del mítico emperador.

Ciudad del Vino Desértico

Se inauguró en septiembre, como símbolo de la riqueza vitiviníco­la de Mongolia Interior. Repleto de pequeños paradores, que replican villas tradiciona­les mongolas, el parque posee más de 10 hectáreas de jardines, lagos y viñedos.

Guías y operadoras locales ofrecen degustacio­nes de vinos y cocina mongola al aire libre. En recorridos de menos de dos horas, los anfitrione­s dan a probar uvas directas de las vides, vinos orgánicos y un sinfín de frutos del desierto.

Los senderos de arcilla de la Ciudad también son punto de encuentro para vendedores de dátiles y huevos de pato.

Todos los días, alrededor de la plaza principal, se ven decenas de habitantes locales practicand­o tai-chi, gimnasia (más parecida a una danza) dedicada a lograr el equilibrio interior. El sitio es frecuentad­o por monjes budistas mongoles, quienes pasean por sus jardines y, en ocasiones, meditan bajo la sombra de sus árboles.

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 ??  ?? Mausoleo dedicado al conquistad­or mongol Gengis Kan, en Ejin Horo.
Mausoleo dedicado al conquistad­or mongol Gengis Kan, en Ejin Horo.
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 ??  ?? Grupos de nómadas que aún recorren la vieja Ruta de la Seda.
Grupos de nómadas que aún recorren la vieja Ruta de la Seda.
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Campamento­s en yurtas tradiciona­les.
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Mongolia Interior ya es un referente de la producción de vinos.
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En Bayanmuren Sumu las caravanas esperan la llegada de turistas para llevarlos a pasear al desierto.
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Ruinas en el desierto, durante un paseo al atardecer.
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La temperatur­a puede alcanzar los 40° C o descender a -37° C.
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